Me temo que en el caso Rimarachín el nacionalismo parlamentario volverá a actuar con el criterio de “castigo” con aquellos que fueron miembros de su bancada y se apartaron como consecuencia del tremendo viraje de Ollanta Humala desde el poder. Fue este grotesco criterio el que se usó para sumarse al cargamontón fujimorista-aprista-castañedista contra Javier Diez Canseco, que fue capitaneado por gente tan ética como Urtecho y tan imparcial como Mulder y Díaz Dioses, y que se convirtió en una sanción contra el congresista de izquierda que ha quedado para eterno baldón del Congreso de la era Humala.
Ahora de lo que se trata es de hacerle sentir todo el peso de la maquinaria del sistema al cajamarquino que ya había fastidiado bastante al denunciar las inconsecuencias en el caso Conga. Para eso el nacionalismo gobernante se está volviendo a asociar al lado más siniestro de la representación congresal, conformado por las mismas fuerzas que están investigando a Humala sobre el caso López Meneses bajo el supuesto de que van finalmente a descubrir su conexión montesinista.
Para imponerle la pena máxima a Rimarachín (suspensión por 120 días), sus censores están usando como ejemplo lo que sucedió con Martha Chávez durante el discurso inaugural el 28 de julio de 2011. Pero aún ese argumento está falseado porque lo que hizo la fujimorista fue interrumpir en forma continuada la intervención presidencial porque no le gustó la referencia principista a la Constitución de 1979. El cajamarquino no interrumpió a Humala en su alocución sobre el fallo de La Haya y habría que admitir que también sobre este punto caben distintos puntos de vista. La idea de que todos tenemos que alinearnos con el gobierno en su posición de que esta ha sido una ganancia neta de kilómetros cuadrados en una zona mar adentro, no es democrática.
La propuesta de sanción a Rimarachín no está apuntando sólo a castigar su cartel y sus declaraciones ante la prensa, sino a acallar las voces discrepantes sobre el tema. A lo que se adiciona, por supuesto, la oportunidad para volver a apalear la disidencia que es una manera de evitar que otros nacionalistas finalmente tomen su propio camino. La formas de Rimarachín pueden no gustarle mucho a las elites ilustradas, pero no son muy distintas a las de la mayoría de la bancada que llegó al poder con Ollanta Humala y a las de otros sectores de reciente estreno en la política.
El punto es que el del bigote tuvo el coraje de optar entre ser consecuente con el pueblo que lo eligió y los compromisos que estableció durante la campaña, en contraste de los que prefirieron la lealtad con el gobernante que traicionó sus promesas y le dio la espalda a sus electores más fieles. Hoy pueden sancionar a Rimarachín, pero el juicio de la historia será muy distinto al de la repartija castigadora de estos días.
05.02.14
2 comentarios:
- Anónimo dijo...
Quienes son la "élite ilustrada" ? Yo veo a puro mamifero como dice Antauro en ese congrezoo
- febrero 05, 2014 10:00 a. m.
- Anónimo dijo...
Mi solidaridad con el Sr Rimarachin, una de las excepciones de ese congrezoo
- febrero 05, 2014 10:01 a. m.