¿Alguien cree ingenuamente que el pedido del congresista aprista José Vargas para que el presidente Alan García indulte a Alberto Fujimori fue una iniciativa libérrima, autónoma e inconsulta del gris parlamentario citado?
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abría que ser muy incauto para creer semejante cosa. No dudamos de que Alan García se halla en estos momentos tan desesperado por el triunfo de Ollanta Humala y la ruptura del continuismo que representaba Keiko Fujimori, que es capaz de cualquier cosa con el objetivo de librarse de la mano de la justicia que deberá recaer sobre él y muchos de sus compinches.
Hay muchos "demócratas vigilantes" que en estos días se rasgan las vestiduras y gimen transidos porque Ollanta Humala no anuncia ministros, porque corrige su oferta de disminuir el precio del gas o porque su vicepresidente electo, Omar Chehade, plantea trasladar a Fujimori a un penal común. Pero es curioso que les importe menos o nada que haya una intención clara del gobierno de dejar libre a Fujimori. No les preocupa un ápice que eso ocurra.
Igual de leve es su vigilia respecto de los faenones que se quieren perpetrar en Palacio y sobre los cuales más que dudas parece haber certezas (mucho ojo, por ejemplo, a la intención de pagar, de la nada, la deuda de los bonos de la reforma agraria, hoy en manos de fondos norteamericanos muy interesados en recibir un pago así tan repentino). La corrupción quiere jugar su partido hasta el final y tiene un sinnúmero de aliados.
Hay una clara amenaza a la gobernabilidad democrática. Lo hemos dicho y lo reiteramos. Y en ese juego políticamente inmoral participan un sector del aprismo, la derecha conservadora y su red mediática conocida (para más señas, la que fuera incondicional de García y entusiasta comparsa de Castañeda, de Kuczynski y de Keiko Fujimori, experta en guerra sucia y labores de alcantarilla).
Soltar a Fujimori sería la cereza del postre de esta suerte de conspiración para condenar al fracaso a una gestión que ni siquiera se ha iniciado por parte de quienes no toleran simplemente que se les aparte del poder. Saben que dicho indulto generaría zozobra, turbaría la agenda del gobierno y enervaría la polarización política. Y eso iría en directo perjuicio del mandatario elegido por el pueblo.
Un sector del país quiere seguir teniendo en Palacio a un gerente general de sus intereses, como lo ha sido García. Saben que cuando éste se vaya se abrirán muchos cajones y que se revelarán sinfín de entuertos. Con tal de evitar eso, son capaces de cualquier cosa. Y cuentan, por supuesto, con la anuencia del inquilino palaciego. La movilización democrática no debe bajar la guardia.