José Ramos Bosmediano, educador, ex Secretario General del SUTEP, miembro de la Red Social para la Escuela Pública en las Américas (Red SEPA, Canadá)
En mi artículo anterior sobre los resultados electorales del pasado 5 de junio en el Perú, he valorado el papel del pueblo organizado como uno de los muchos factores que han intervenido en el triunfo de la candidatura nacionalista frente a la del fujimontesinismo encabezada por la ex primera dama de esa corrupta y criminal dictadura.
Me parece una exageración valorar más, como muchos lo están haciendo, incluyendo connotados cuentistas sociales, factores que han estado presentes pero con menor peso específico: el papel del líder Ollanta Humala, su carisma y su voluntad de poder; el papel de Mario Vargas Llosa y su hijo, Álvaro; el apoyo de algunos partidos liberales, especialmente Perú Posible con Alejandro Toledo, ex Presidente en el período 2001-2006. Estos factores han sido significativos, pero insuficientes y con escaso peso en una población acosada por el asistencialismo y la millonaria propaganda neoliberal, cuyos valores individualistas y pragmatistas han cuajado hondamente en el cerebro de millones de peruanos, incluyendo la juventud, los sectores medios y hasta una parte de la más empobrecida población.
Tengo la certeza de que han sido las masas que se han movilizado en las últimas dos semanas de la campaña las que han influido en el arrinconamiento de la candidatura neoliberal fujimontesinista: trabajadores sindicaliaados, poblaciones que rechazan la gran minería depredadora y saqueadora, campesinos agredidos por la burguesía agraria que paga salarios miserables, la juventud estudiantil y trabajadora, las mujeres que han denunciado con mucha energía y claridad los crímenes de las esterilizaciones forzosas, el pronunciamiento militante (militancia de lucha por una causa noble) de los intelectuales de todas las especialidades que sentó la diferencia entre honestidad y corrupción. Aquí radica la fuerza del pueblo, con la presencia de la izquierda organizada y de militantes izquierdistas que han visto en la candidatura de Ollanta Humala la tendencia hacia la lucha por aquellos ideales que el socialismo siempre ha defendido en el Perú, aun cuando el triunfo nacionalista no sea sino un paso importante para avanzar en esa dirección, además de un paso en la lucha contra el Estado neoliberal que se ha consolidado en estos 10 años de continuismo programático.
La derrota del fujimontesinismo
No hay duda que el fujimontesinismo es el principal derrotado en las elecciones del 5 de junio 2011 en el Perú. Keifo Fujimori , como representante electoral de esa nefasta organización, ha tenido como objetivo principal la "reivindicación" de su padre, de su familia que, con excepción de su madre, han formado y forman parte de los privilegios conseguidos atropellando derechos y realizando actos de corrupción. Con su derrota, se ha impedido, por hoy, su vuelta al gobierno. Pero, desde el punto de vista del largo plazo, es una derrota parcial, pues el programa económico sigue siendo la herencia que no pocos liberales consideran la base del actual crecimiento económico, que podría ser "humanizado" con "políticas sociales" de "inclusión". Es una derrota política pero con limitaciones, pues el fujimontesinismo tiene una base social que corresponde a un modelo económico y a una concepción de la sociedad capitalista actual, que merece ser analizada desde la perspectiva de una sociología del fujimorismo. Esa votación de la primera vuelta que sumó otro tanto en la segunda no es poca cosa, lo que impedirá que la organización de Alberto Fujimori acepte su derrota en términos políticos.
Otro sector derrotado lo constituyen los grandes empresarios extranjeros y nacionales, esa gran burguesía que invirtió mucho en la campaña de Keiko Fujimori, pues sus intereses estaban de por medio: la gran minería, los barones de los hidrocarburos y de la agroexportación, los monopolios del gran comercio, de la finanzas y de los servicios de electricidad y telefonía, principalmente. La CONFIEP (gran burguesía peruana) y algunos inversionistas extranjeros, tragándose el tremendo sapo de la derrota, han tratado de presionar a Ollanta Humala a través de sus manejos especulativos en la Bolsa de Valores de Lima, maniobra que fue descubierta como tal, reculando inmediatamente para declarar su "confianza" en el nuevo gobierno, y hasta insinuando el alquiler de sus "cuadros" para el ejercicio de determinadas funciones del nuevo gobierno nacional. Son los mismos que, llegado el momento, volverán a la carga para oponerse a cualquier medida económica tributaria que les quite, siquiera, un pedacito de sus grandes ganancias.
Los otros derrotados han sido los partidos de la derecha neoliberal y sus ocasionales candidatos, como Pedro Pablo Kuczynski. En este grupo, el principal derrotado ha sido don Alan García Pérez con su partido, y no sólo en la segunda vuelta, sino en la primera, antecedida de su derrota en las elecciones municipales del 2010, en Lima Metropolitana. Si Gana Perú logra una buena actuación gubernamental, digamos como el "modelo" de Lula en Brasil o de otros similares en América Latina, el 2016 que tanto viene preparando García Pérez se convertirá en otra derrota.
Y los derrotados más bochornosos fueron casi todos los empresarios de la gran prensa en el Perú y sus periodistas "estrellas" ("lideres de opinión" les llaman), cuyo cinismo no tiene nombre para tratar de acomodarse a la nueva situación en unos casos, o para seguir mintiendo sobre las "demoras" del nuevo gobierno electo para dar a conocer los principales nombres de su futuro gabinete.
¿Y la gran mayoría de los electores que votaron por Keiko?
Esa gran mayoría no es la clase dominante. Es parte del pueblo oprimido que viene votando por sus propios explotadores, desde Leguía, Prado, Odría, Belaúnde, García y también Toledo. Los mecanismos que usan los detentadores del poder económico y político en el Perú convierten a esas masas en una suerte de clientela política, esperanzadas en las promesas y las miserables dádivas que les ofrecen, desde "patria nueva" en la década del 20 del siglo XX, hasta "salud, educación y trabajo" con Odría, "un millón de empleos" con Belaúnde, el "futuro diferente" y el "cambio responsable" con el APRA, hasta "honestidad, tecnología y trabajo" que ofreciera el reo en cárcel Alberto Fujimori.
El pueblo que votó por el fujimontesinismo no lo ha hecho para apoyar la corrupción y la violación de todos los derechos ciudadanos, laborales y humanos que representó (y representa) Keiko Fujimori. Esas masas han creído encontrar, equivocadamente, un alivio a su situación en unos casos, pero también, en otros, la defensa de sus ingresos actuales que, supuestamente, se ponían en peligro si ganaba Ollanta Humala, como si en Brasil, Venezuela o Bolivia, para no agregar los demás ejemplos que conocemos, las políticas económicas actuales estuviesen perjudicando a la mayoría de la población. Y es que los sectores minoritarios (no más del 10% de la población) que gozan de ciertos privilegios, creen que su bienestar es el de todo el resto de la población. Los grandes empresarios, principalmente, confunden sus propiedades y sus elevadas condiciones de existencia con los intereses de la nación. Hablan por todos pero viven de otra manera. Construyen su universo social privilegiado y quieren que ese universo sea defendido por los oprimidos.
Las masas pueden equivocarse, y se equivocan, pero aprenden de sus errores, mucho mejor si hay fuerzas organizadas que ayuden a generar una nueva conciencia social preparando el camino para la liberación de los explotados. Es la gran tarea de quienes han ganado las elecciones y de quienes, desde la izquierda, pretendemos abrir el camino para la auténtica liberación de nuestro pueblo.
Lima, junio 10 del 2011
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