El Búho considera que el "Cristo del Pacífico" es una burla a la pobreza de miles de peruanos.
Este Búho siempre ha pensado que hay que ser desconfiado en política. Con mayor razón si se trata de analizar el comportamiento de un político del calibre de Alan García.
Todos saben que se quiere despedir de su segundo mandato inaugurando obras faraónicas. El Tren Eléctrico, pese a su magnitud, tiene para mucha gente el sinsabor de haber sido considerado -durante varios lustros-, como "un elefante blanco".
La inversión en la transformación del viejo Estadio Nacional no alegra a todos, los deportistas que consiguen medallas y títulos para el país como el atletismo, karate, tabla, tae kwon do, ajedrez o vóley, requintan en voz alta, porque solo una "alita" de la multimillonaria inversión empleada podría solucionar largamente sus presupuestos y se librarían de la penosa obligación de ir a mendigar auspicios a la empresa privada para poder competir.
Además, resultaba sospechoso el afán presidencial para remozarlo cuando se sabe que a García no le gusta el fútbol. Asimismo, la expectativa se desinfló cuando la hinchada se enteró que el 24 de julio se va a reinaugurar con un partido entre las selecciones de Perú y España… ¡pero de la categoría Sub-20!, todo hecho a la loca para romper la botella de champán antes del 28 de julio en que deja el gobierno.
Alan estaba desesperado. El futuro subterráneo (Metro) -anunciado por la comuna limeña- eclipsará irremediablemente a su Tren Eléctrico. El Estadio Nacional, donde según Arturo Woodman, no se jugará ningún clásico "U"-Alianza, se convertirá, más bien, en escenario de megaconciertos de rock y otros espectáculos.
Estando así las cosas, no dejar una obra faraónica, que no sea eclipsada, ni pase de moda, lo atormentaba al presidente, aún más que las elecciones presidenciales. Hasta que se le prendió el foquito. Como se considera más que un presidente, su obra debía estar a la altura de ¡un emperador!
Recordó que hasta ahora millones visitan el gran Coliseo Romano y los guías señalan el busto del emperador Vespasiano, su constructor. Cada vez que viajaba a París observaba el mítico Arco del Triunfo, monumento universal construido por el emperador Napoleón para celebrar su victoria en Austerlitz.
Desde esas épocas decidió, como el emperador que parece alucinarse, iba a construir en el Morro Solar ¡el Cristo del Pacífico!, una copia del Cristo Concorvado que le abre los brazos a Río de Janeiro. Pero lo hizo de manera siniestra, sin comunicar su decisión a nadie, como un Nerón cuando decidió incendiar Roma.
Tuvo como cómplice al alcalde de Chorrillos, quien dio el permiso respectivo, que hoy cuestiona la alcaldesa de Lima, pues no se le consultó, pese a que hay una autoridad autónoma del proyecto Costa Verde. Tan oscura y poco sincera resulta la construcción de este gigante monumento, que Alan al principio no dijo toda la verdad.
Cuando anunció la obra, esta ya estaba muy avanzada, con los gigantescos brazos y la cabeza. Como un buen emperador, dijo que esa obra mirará Lima para protegerla de cualquier mal que podría sufrir (¡se estaría refiriendo al gobierno de Ollanta que ya había ganado!). Y todavía acotó "para esta obra tuve que poner de mi bolsillo. La otra parte la puso un grupo de empresarios privados y no le costará ningún sol al Estado".
Solo después de la avalancha de cuestionamientos legales y urbanísticos, el presidente reconoció que puso 100 mil soles y la fundación brasileña Odebrecht más de 800 mil dólares. "Tendrá un juego de luces que se verá desde todos los distritos de Lima", anunció.
Pero, paradojas de la vida, a cien metros abajo del monumento, en la falda del Morro Solar se yerguen los asentamientos humanos más precarios de Chorrillos: "San Juan Bautista" y "Malcavilca", allí miles de personas no tienen ni agua potable ni luz. Están indignados con lo que consideran una burla presidencial a su pobreza. Apago el televisor.