Fecha: 5 de febrero de 2015, 15:31
40 Aniversario de la Huelga Policial del 05 de febrero de 1975
¡ESPECIAL Y EXCLUSIVO PARA PUNTO DE VISTA Y PROPUESTA
- Partido Aprista inventó la mentira de que los militares habían asesinado a policías huelguistas, para lanzar el más grande y violento saqueo sufrido por Lima, y generar la caída del presidente Juan Velasco Alvarado.
- El detonante fue una cachetada del jefe de la Casa Militar del Gobierno contra un efectivo de la Guardia Civil.
- Justeza de reclamos fue reconocida por el gobierno quién hizo importantes correcciones e incorporó a las Fuerzas Policiales como parte del Gobierno Revolucionario
- Ver: En 1968 el capital extranjero dominaba la economía nacional y la producción minera, IGUAL QUE AHORA (+ Plan Inca)
OSCAR PEDRAZA SIERRA (*)
Este es un testimonio de primera mano de la huelga policial del 05 de febrero de 1975, narrada por uno de sus participantes, el entonces guardia civil, y ahora abogado, periodista y presidente de la Federación Nacional de Policías (Fenapol), Óscar Pedraza Sierra, quién sin circunloquios y rodeos
testimonia como una legítima reclamación del personal policial, entonces organizado en tres institutos policiales: Guardia Civil, Guardia Republicana y Policía de Investigaciones, fue utilizada por el partido aprista, quién en base a la gruesa mentira de que los militares habían asesinado a los policías huelguistas, que no lo hubo, para organizar el más grande y violento saqueo de Lima que se tenga memoria en sus 479 años de existencia.
Pedraza se remite al mismo momento en que se gesta el movimiento policial, que no fue otro que una bofetada contra el guardia civil Irineo Mendoza Tipe, propinada por el entonces jefe de la Casa Militar de Palacio de Gobierno, general EP Enrique Ibáñez Burga, que tuvo el efecto de detonante porque se produjo en medio de un soterrada rebeldía contra los abusos y vejámenes de que eran objeto los policías, de manera particular los miembros de la Guardia Civil. A continuación el relato de Óscar Pedraza:
"El maltrato era el pan de todos los días. La disciplina opresiva sofocaba con sus excesos y abusos. La libertad individual expuesta al libre albedrio del oficial. El uniforme, la camisa, el capotín y las cachabotas de la peor calidad. El horario de trabajo estaba dividido en "servicio", "retén" e "inamovilidades" sin horario fijo. Un cabo del servicio militar obligatorio era superior en grado a un Guardia Civil. Nos tildaban de tropa o subalternos y, nos ninguneaban como fuerzas auxiliares.
Las condiciones laborales golpeaban la autoestima, no estaban a la medida de una autoridad policial. Lo único que brillaba era el sacrificio del personal y, los botones de bronce pulidos a punta de "brasso". ¿Había que mantenerse en la posición estatuaria de un centinela? Obviamente que no, el malestar estaba en el partidor, solo faltaba el detonante.
EL DETONANTE
Quienes laboramos en la 22-CGC-ASALTO (Resguardo Presidencial), teníamos conocimiento de los problemas al interior del gobierno militar, por eso, ordenaron que ningún periodista se aproxime al presidente Juan Velasco Alvarado. A mediodía del 31 de diciembre de 1974, por la puerta de Desamparados de Palacio, apareció el automóvil del presidente. Los periodistas ávidos de primicias, se abalanzaron sobre el vehículo, a pesar del esfuerzo del Guardia GC Irineo Mendoza Tipe por impedirlo.
El Jefe de la Casa Militar, general EP Enrique Ibáñez Burga, cuyo apelativo era "el diablo", ordenó que se presente Mendoza Tipe. Este le explicó: "Mi general, la situación era incontrolable, el propio presidente aceptó declarar a la prensa". Ibáñez Burga no aceptaba razones, no entendía que su "orden" había sido tirada al tacho por la voz ronca de Velasco Alvarado. Más pudo su prepotencia, le propinó una bofetada y ordenó que lo detengan.
La noticia de la agresión se filtró a la velocidad del rayo. Cuando llegó Mendoza Tipe, narró con impotencia lo sucedido y, el patio de honor de la unidad se convirtió en un avispero de carajos, putamadres y granputeos.
Nos fuimos al paso ligero a los dormitorios y empezamos a golpear los roperos metálicos con indignación. En la noche apagamos las luces y nos negamos a salir al servicio. Los jefes iban y venían nerviosos, hasta que llegó una delegación de altos mandos para calmar los ánimos. Un capitán ordenó ¡Atención! y, todos adoptamos la posición de ¡!!Rompan filas!!! en señal de resistencia abierta.
El jefe de región no tuvo más remedio que hablar en medio de una situación tensa. Como sus palabras no surtían efecto, pidió que hable el más antiguo, y un sargento sentenció: "Mi general, la cachetada nos dolió a todos los Guardias Civiles, y usted también debería sentirse así. El general Ibáñez Burga debe pedir disculpas públicas".
Nuestro jefe estaba arrinconado, optó por retirarse para trasmitir la propuesta al director general. El agresor nunca ofreció disculpas, pero, los suboficiales ganamos algo muy valioso: recuperar la vergüenza y la capacidad de indignarnos frente al abuso y la prepotencia. En los días siguientes circularon volantes convocando a huelga.
LA HUELGA DEL 5 DE FEBRERO
La agresión contra Irineo Mendoza Tipe y otros abusos, colmaron la paciencia. En horas de la mañana del 3 de febrero, los colegas de la Primera Compañía de la 29° Comandancia, se preparaban para salir a patrullar, en medio de comentarios enérgicos e interjecciones de indignación.
Ya tenían el detonante y decidieron prender la mecha. Los vecinos de Radio Patrulla no se explicaban por qué los patrulleros no salían en fila india al servicio como todos los días. En las calles de Lima tampoco se escuchaba el ulular de las sirenas protectoras, en tanto los amigos de lo ajeno miraban de reojo preparando las ganzúas y las patas de cabra.
Soportaron con firmeza la presión y las amenazas de sanciones disciplinarias. Formaron piquetes para ir a las comandancias: 34°, 41°, 42 y 22° y pedirles que se sumen a la protesta. En la 22°-CGC-ASALTO ordenaron cerrar el portón, pero las puertas se abren a empujones y, mejor si desde adentro alguien quita la tranquera. Toda la guardia de prevención y algunos que estaban de retén, decidieron treparse al ómnibus con metralletas en mano y, se fueron a Radio Patrulla en medio de arengas para domar el temor natural.
Poco a poco llegaban de otras unidades, también los colegas de la Guardia Republicana que fueron recibidos en medio de vivas y aplausos. La huelga había tomado cuerpo y alma para hablar con voz bronca.
Los funcionarios del gobierno optaron por desaparecer, obviamente el "diablo" Ibáñez Burga, que corrió como si hubiera visto la Cruz, cuya torpeza generó un conflicto social que afectó la estabilidad del gobierno. Lean el siguiente diálogo que grafica la situación conflictiva de entonces.
- "General Graham, usted es el único que nos puede salvar. No encuentro a nadie. Esto es el fin…
- Habla con el general Rodríguez –respondió-
- Ha desaparecido. He llamado a todos y todos han desaparecido.
- Entonces estamos jodidos- Yo también me largo."
En la mañana del 4 de febrero vino el general GC. Oscar Olivares Montano, tampoco pudo convencernos para levantar la huelga. Se retiró derramando una lágrima, pidiendo a Dios que nos proteja. Sabía que el comando de las FF.AA, había recibido la orden de debelar la huelga a sangre y fuego.
Casi a la medianoche, unos colegas llegaron corriendo para informarnos: "!Tanques! ¡Vienen tanques y soldados!· Cerramos la puerta y formamos un círculo con los patrulleros para protegernos del ataque. Nos dieron 5 minutos para abandonar el cuartel y recibieron como respuesta el Himno Nacional. Luego empezó una balacera infernal, los proyectiles se estrellaban contra la antena de radio, las paredes y rebotaban en los patrulleros.
Un tanque tiró abajo la puerta principal, nos dijeron que nos retiremos a nuestras casas. Era una trampa. Varios salieron y quedamos alrededor de 40 que decidimos tomar la Catedral de Lima. Pero, los soldados formados en dos columnas nos encerraron en una cuadra junto al resto de colegas capturados.
Cuando llegaron los camiones militares para llevarnos detenidos con rumbo desconocido, muchos fugamos forzando la puerta de un taller de mecánica, luego trepar hasta el segundo y tercer piso de una casa donde vivían varias familias. Nunca dudaron en brindarnos su apoyo, al amanecer nos ayudaron a salir simulando ser obreros, y así burlar la vigilancia de los soldados que merodeaban la zona. Después se supo que al resto de colegas capturados los condujeron a las instalaciones de la Aerotransportada de la FAP.
EL APRA Y EL SAQUEO
Horas después con un colega decidimos ir al centro de Lima, para ver qué pasaba en nuestra comandancia (22-CGC). Entre la Av. Tacna y el Jr. Callao estaban grupos de estudiantes, a quienes se les escuchaba decir: "Toda la madrugada los han agarrado a balazos" "Los cachacos han matado a un montón de tombos" Luego nos encaminados a la Plaza de Armas donde vimos en el atrio de la Catedral a cuatro mujeres vestidas de luto, llorando y manifestando que sus esposos policías habían muerto en el develamiento de la huelga. Bueno, hasta abandonar Radio Patrulla sabíamos de heridos, pero, no de muertos. ¿Y cómo se enteraron que sus esposos habían fallecidos?
En la plaza de armas circulaban pocas personas, se acercaban a escuchar las quejas de las supuestas viudas, hasta que un grupo empezó a agitar consignas contra el gobierno militar. Apareció una camioneta y se embarcaron con las señoras. Después nos enteramos que se habían dirigido a la Universidad Federico Villarreal de tendencia aprista, donde repitieron la misma escena, y como si fuera una consigna, los estudiantes salieron como hormigas para incendiar el Centro Cívico, el Círculo Militar y locales de periódicos. Entre los agitadores estaban Alan García Pérez y Carlos Enciso.
Lima, sin vigilancia policial estaba desvalida, expuesta a todo, tanto es así que los amigos y enemigos de lo ajeno, iniciaron el saqueo de tiendas y joyerías. El saqueo terminó con la salida de tanques y soldados que impusieron orden a sangre y fuego. Cuando se regularizó el servicio, la población aplaudía la presencia del Guardia Civil de la esquina.
Junto a la operación de saqueo, ejecutada por bandas de lumpenes movilizados desde las zonas periféricas de Lima, los activistas apristas, a bordo de motocicletas lanzaron verdaderos atentados terroristas contra el Centro Cívico de Lima, al que incendiaron su pabellón de auditorios y contra los diarios Correo y Ojo, a los que causaron daños cuantiosos. Y fracasaron en su propósito de hacer lo mismo con los diarios Expreso y La Crónica, que no lo pudieron hacer por la recia defensa de sus trabajadores, aunque en el primero consiguieron dañarlo parcialmente.
El atentado del Apra contra los medios de comunicación estuvo determinado por su rechazo a la política del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada, de entregar los medios al servicio de los sectores productivos del pueblo peruano.
La huelga policial no registró ninguna víctima fatal, pero el saqueo, como era de esperarse, originó una severa respuesta militar contra los saqueadores, produciéndose 86 muertes de delincuentes saqueadores, pero no hubo ninguna acción ejemplar contra los autores de los atentados terroristas y como sabe estos hechos juntos fueron utilizados por los enemigos del gobierno de Juan Velasco Alvarado para iniciar su desestabilización política, la que ocurrió seis meses después, el 29 de agosto con el golpe del "felón" Francisco Morales Bermudez.
LOGROS DE LA HUELGA
Durante el violento operativo no hubo ningún muerto y solo resultaron heridos Isminio Mendoza, Luján Pinto y nuestro afiliado José Loayza Gonzales. El Consejo de Guerra decidió sobreseer los procesos judiciales a 500 colegas, pero, sentenció a 24 con penas de tres meses de reclusión militar hasta un año de prisión.
Con esta huelga avanzamos significativamente en la conquista de derechos. Se logró mejor trato, nos entregaron uniformes de mejor calidad, incrementaron sueldos y pensiones que se hizo extensivo a los colegas de las FF.AA. Nombraron edecanes de la Guardia Civil. Las autoridades militares y políticas, ya no nos miraban por sobre el hombro, por eso, hasta modificaron el nombre del proceso revolucionario, para denominarse "Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas y las Fuerzas Policiales del Perú".
La FENAPOL-PERÚ, en el 40° Aniversario de esta gesta, rinde homenaje a todos quienes participaron en la huelga, igualmente a nuestros dirigentes y afiliados, a quienes acompañamos en esa lucha, como ARNALDO DÍAZ FARÍAS, LUÍS QUISPE CANDIA, IRINEO MENDOZA TIPE, JOSÉ LOAYZA GONZALES, JUAN CUEVA VARGAS, DIEGO MALDONADO RAMÍREZ, ELARD DÍAZ FARÍAS, JESÚS GUERRA SAN MIGUEL, policías valientes forjados que continuaron organizando e impulsando huelgas, además de otras acciones a través del tiempo.
Cuánta diferencia con aquellos auto titulados de "lideres", que manipulan las expectativas de los colegas convocando a huelgas imaginarias, pero, faltando horas se retractan y corren arrastrando sus bravuconadas.
COLOFÓN
Hemos desarrollado un resumen muy apretado de lo ocurrido. Faltarían cientos de páginas para narrar otros hechos y comentar documentos que tenemos en archivo, pero, esta gesta que todos recordamos y perdura en el tiempo, sin lugar a dudas, es el referente más importante de la lucha social de los policías peruanos, no sólo por su trascendencia en la conquista de derechos sociales y económicos, sino también, porque se realizó cuando el país estaba gobernado por militares.