Texto: Pedro Escribano.
Foto: Miguel Mejía.
El mar está de fondo. Las aguas, a lo lejos, tienen un movimiento mudo. Son las seis de la tarde y un sol grande, rojo, muere en caída libre, lentamente. No es una ventana, sino una suerte de pared de vidrio, corrediza, que funciona a manera de frontera transparente con el exterior de su departamento. Mario Vargas Llosa en Lima siempre es un vecino del mar.
"Todo está claro –me dice el premio Nobel mientras observa la serenidad del océano–. Días atrás había mucha niebla, pero hoy está hermoso y pueden verse las islas. Todo está muy nítido".
Sí, como en lo literario y en lo político, en él todo es nítido. El escritor se ha sentado frente a nosotros. Tiene puesta una camisa celeste y un pantalón oscuro y, claro, luce la sonrisa de siempre, blanca, con dientes grandes, como los teclados de un piano. Nos ofrece café, agua u otra bebida, pero sobre todo, en el tiempo que tenemos, nos ofrece hablar de todo.
Hemos llegado a su departamento, en el sexto piso de un edificio en Barranco, para plantearle, como rejonero, algunas preguntas sobre su última obra, El héroe discreto. Pero también sobre los 50 años de La ciudad y los perros y, por supuesto, como quien echa más leña al fuego, sobre esa cosa turbia y caliente, que es casi siempre la política peruana y todo ese mar de fondo, como la concentración de medios, la vida parlamentaria y más preguntas sobre cosas del gobierno y de los gobernados. El escritor no esquiva, al contrario, como en duelo, las enfrenta verbo en ristre.
El héroe discreto está dedicada a Javier Silva Ruete. Al leerla, uno no deja de recordar a ese piurano simpaticón, como muchos lo conocían.
Bueno, está dedicada a él porque éramos muy amigos. Yo quería mucho a Javier, era un amigo desde que yo llegué al Perú después de vivir en Bolivia, casi diez años. Estuvimos juntos en el colegio Salesiano de Piura. En quinto de primaria ya nos hicimos muy amigos, y luego yo me vine a Lima y regresé a Piura para hacer quinto de media, en el colegio San Miguel y, como él se había pasado también al San Miguel, allí reanudamos la amistad y fue un amigo muy leal. Fue una amistad que no tuvo una sola sombra a lo largo de toda la vida. Cuando murió yo estaba con la novela muy avanzada, que es una novela piurana así que, sí, se la dediqué a él.
¿Era aprista?
No. El padre de Javier era un médico muy querido en Piura y pertenecía a esa raza especial que son los apristones. Su padre no era aprista, pero había sido compañero de Haya de la Torre. Había estudiado medicina en Trujillo, entonces lo había conocido y era apristón, esos amigos de Haya de la Torre, vecinos, cercanos al partido. Por eso creo que Javier tuvo siempre muy buenas relaciones con los apristas.
A pesar de su racionalismo, la novela está impregnada de nostalgia.
Cómo no, yo creo que sí. Está impregnada de nostalgia de una Piura que ya no existe porque una de las cosas que más me impresionó cuando estaba haciendo trabajo de campo para esta novela fue ver cómo había cambiado Piura, cómo la Piura de mi memoria prácticamente había desaparecido. Piura ha crecido muchísimo, es una de las ciudades que se ha transformado más en los últimos años y ahora es una ciudad sin desiertos. Para mí Piura era el desierto, una ciudad rodeaba de arenales enormes, con algarrobos, con piajenos, los famosos burritos.
¿Se subió alguna vez a un piajeno?
(Risas) Sí, hombre, muchas veces. La transformación de Piura ha sido realmente impresionante. Es increíble cómo ha crecido, cómo ha surgido una clase media y cómo lo que era el desierto hoy en día son chacras, pequeñas fincas donde se producen frutas para la exportación con riego por goteo.
En la novela se grafica la resistencia de Felícito Yanaqué a la extorsión. ¿Aquí no es la violencia épica?
No, no. Es un hombre común y corriente como creo hay muchos hoy en el Perú. Un hombre que ha salido de la pobreza extrema de su infancia. A base de grandes sacrificios y esfuerzos, ha constituido una empresa y es básicamente un ciudadano respetuoso de la ley. Esas personas invisibles pero que constituyen la fuerza moral de un país, eso es Felícito Yanaqué. Yo creo que esa es una realidad que existe en el Perú y en todas las sociedades, hay esas personas cumplidoras que no llegan nunca a los periódicos, no son materia de escándalo nunca.
¿El personaje es totalmente inventado?
Sí, pero a partir de un hecho que ocurrió en Trujillo. Yo lo moví a Piura porque allí me siento más cómodo, es una ciudad que conozco más.
Usted habla de la delincuencia como costo del progreso, ¿no hay un poco de pesimismo en pensar eso o es que todavía tenemos una cultura no sólida en sus valores?
Creo que todavía no tenemos muy sólidos nuestros valores, tenemos todavía una tolerancia muy grande a la corrupción. Pensar que la corrupción es congénita al poder y que no va a haber manera de librarse de ella, yo creo que es una actitud que favorece mucho al crecimiento de la corrupción. Hay la idea de que nadie es ladrón si todos somos ladrones, nadie es corrupto si todos somos corruptos, y esa actitud es muy negativa porque no hay una sanción moral contra la corrupción. A veces hay sanciones penales, pero esa sanción moral, ese rechazo al corrupto no tiene suficiente fuerza como en países donde hay valores más arraigados y sólidos. Creo que es uno de los problemas que tenemos. Mira, sobre la novela, es mucho menos pesimista que otras novelas mías. Creo que en esta novela hay una actitud mucho más esperanzada en el futuro del Perú que en novelas como Conversación en la catedral, Historia de Mayta o Lituma en los Andes.
Personajes como Don Rigoberto, Lucrecia, Fonchito, han pedido un segundo turno en esta novela.
(Risas) Están allí y pertenecen a una generación más antigua, pero representan ciertos valores que tienen que ver con la continuidad, la tradición, con el pasado, un pasado que se inserta en la modernidad. También, a su manera, Don Rigoberto representa un valor, no es sólo urbano sino que tiene curiosidades que lo sacan del Perú. Tiene una gran curiosidad por la cultura, un enorme interés por la música, la pintura, la literatura. Es un tipo de peruano mucho más universal que Felícito Yanaqué, y esas caras son el Perú al mismo tiempo.
En Travesuras de la niña mala hay un vagabundo de playa que se orienta mejor que un ingeniero para construir rompeolas. En esta novela está Adelaida, una santera que parece saber más que la policía.
El otro día estuve almorzando y me presentaron a un ingeniero que me dijo, "sabe usted, es absolutamente verdad eso de los constructores de rompeolas". A mí me habían contado esa historia, pero este ingeniero me dijo: "Sí, sí, yo tengo uno, pues tiene un olfato, un instinto y yo me guío de él". O sea (risas), ese personaje no es tan imaginario como creen algunos. Existen.
Adelaida es un equivalente de ese saber…
Es un conocimiento no racional, intuitivo, instintivo. Es una dimensión difícil de definir porque no pasa por la racionalidad pero existe, es una realidad. Tiene que ver con el mundo de la religión, las supersticiones. Yo he querido que en esa novela aparezca esa dimensión de la vida. Y estos personajes están en cualquier sociedad. En Nueva York anuncian sus bondades en carteles electrónicos.
En una anterior entrevista le pregunté cómo iba la narrativa peruana y usted mencionó a Roncagliolo y a Jeremías Gamboa.
Pues sí, yo creo que la narrativa peruana está en muy buen pie. Están apareciendo jóvenes escritores interesantes. Ahora, la novela de Jeremías Gamboa acaba de salir y me parece magnífica. Creo que Contarlo todo es una novela excelente y que, afortunadamente, veo que tiene muy buena recepción tanto en el Perú como afuera.
Hace 50 años usted publicó La ciudad y los perros, ¿ese microcosmos que hay en la novela fue una cuestión planteada o apareció en tanto que esa novela es vivencial ?
Bueno, es una primera novela en la que uno vuelca siempre su experiencia personal, pero creo que es una novela que refleja un momento de la historia del Perú. Ocurre en un país mucho más pequeño y aislado, donde los peruanos se conocían mucho menos entre sí que hoy en día. La Lima de esa época estaba muy alejada del resto del Perú, creo que vivíamos en un mundo muchísimo más desintegrado de lo que es el Perú de hoy día.
Pero igual el conflicto de la violencia y el poder están ahí.
Son problemas que permanecen aunque con otras máscaras.
En una declaración, usted dijo que el gobierno de Humala es impecable, luego se aclaró que esa afirmación era muy anterior a cosas que salieron recientemente, ¿qué piensa de este gobierno?
Yo creo que no hay que comparar la situación del Perú con el ideal porque, desde luego, todas las sociedades están lejos del ideal, pero lo que me parece justo es decir que el Perú va bien. Desde que cayó la dictadura en el 2000, el Perú ha tenido tres gobiernos civiles nacidos de elecciones y ha mantenido una estabilidad que creo que se debe a la existencia de consensos muy amplios en la población, tanto a favor del sistema democrático como de una economía abierta, moderna, de mercado. Y eso al Perú le ha dado en estos años un crecimiento económico muy notable, un crecimiento de la clase media muy notable, creo que hay una lucha contra la pobreza que hasta ahora va teniendo éxito.
Encontramos el buen sendero.
Desde luego que se podría hacer mucho más, eso no lo niego. También hay problemas muy serios como lo que se refiere a la seguridad, la gente vive muy angustiada por la falta de seguridad, hay el problema de la corrupción pero, haciendo el balance, no hay ninguna duda de que el Perú está mucho mejor que cuando teníamos dictaduras. Hay sobre todo esa estabilidad, que le ha dado al Perú una imagen internacional enormemente positiva. Vivir afuera, como es mi caso, te permite ver las cosas de una manera más amplia y con más profundidad que cuando estás metido en la candela del día a día y a veces los pequeños escándalos se convierten en algo que parece que pusiera al Perú al borde del abismo, pero no, no hay tal cosa. Yo creo que el Perú es hoy en día uno de los países con mayor estabilidad en América Latina. De hecho, yo no recuerdo que el Perú haya tenido en el pasado la imagen tan positiva que tiene hoy en día, como un país seguro para invertir, que está creciendo, que está dando una batalla exitosa. Eso es verdad, eso está ocurriendo en el país. Hay cosas que son muy negativas sin ninguna duda, hay escándalos y está muy bien que haya, felizmente, una libertad de prensa total que permite que todos los escándalos salgan a la luz y sean objeto de críticas muy violentas. Pero a mí, el presidente Ollanta Humala no me ha defraudado.
¿No se arrepiente de haberlo apoyado?
No me arrepiento en absoluto. Creo que él ha cumplido rigurosamente la hoja de ruta a la que se comprometió en San Marcos. Ha respetado la democracia, sin ninguna duda. Las instituciones democráticas están funcionando en el Perú, no funcionan perfectamente, desde luego, tampoco funcionaban antes perfectamente porque ese es un problema ya de la sociedad peruana. Pero Humala ha respetado la política económica que se comprometió a respetar. Los empresarios en el Perú nunca han ganado tanto como ahora. Muchos están descontentos no sé por qué, porque quisieran estar mejor, bueno pues muy bien, esa es una aspiración legítima, pero no hay una política antiempresarial en absoluto ni contra las inversiones.
Los empresarios sí, pero la gente de la calle…
Hay un gran esfuerzo, a veces exitoso en algunas cosas y, en otras, menos exitoso de hacer una política de inclusión, de cercanía con los grandes problemas como la pobreza. Entonces, yo creo que tanto el Presidente como Nadine, que a mi juicio es muy injustamente atacada, están cumpliendo con su deber. Ninguno de ellos ha estado vinculados a ningún tipo de escándalo y yo creo que están haciendo lo mejor que pueden, lo que saben hacer y que la ferocidad de las críticas tiene mucho que ver con esa concentración de los medios en manos de la oposición. Entonces, claro, el gobierno aparece acorralado porque no tiene casi medios que lo defiendan, los medios están prácticamente alineados con la oposición, y eso tiene que ver con la concentración de medios.
¿Considera peligrosa la concentración de medios en un país como el nuestro?
Es sumamente peligrosa en cualquier sociedad que no haya una diversificación amplia de los medios que permita que se ventilen todas las ideas. Si se produce una concentración de medios como se está produciendo en el Perú y esos medios tienen además una línea política muy clara, entonces allí hay una amenaza potencial muy grande contra la democracia. Creo que eso es algo por lo que nosotros tenemos que mantenernos vigilantes, y eso se expresa básicamente en los ataques tan feroces permanentes contra un gobierno que, hechas las sumas y las restas, yo creo que lo está haciendo bien. El Perú está creciendo, está mejorando. Eso sin negar las críticas que pueden hacerse. Hay muchísimas cosas que están mal. La educación es un problema muy serio como hemos visto ahora, por la calificación de PISA, que indica que ese es uno de los grandes problemas del Perú, que hay que abordar con resolución e inteligencia, porque no es solamente cuestión de inversión, es un problema puramente cualitativo. La educación es el campo en el que está cojeando más nuestro país. Yo no niego que haya muchos problemas todavía, pero creo que cuando hacemos ese balance, el resultado es ampliamente positivo y el exceso de críticas que hay internamente a muchos peruanos les ciega la realidad, una realidad que es muchísimo mejor que aquella de la que venimos.
En Argentina, el Poder Judicial dijo "no a la concentración de medios"…
En todos los países democráticos se pone siempre un límite a la concentración de medios porque, potencialmente, la concentración de medios constituye un peligro para la democracia. Desde luego, no hay que aceptar la idea de una legislación específica sobre la prensa porque eso puede permitirle al poder recortar la libertad de prensa y la libertad de crítica. Es muy importante que la prensa tenga una libertad absoluta para expresar todas las opiniones, pero justamente para que pueda expresar toda la diversidad de tendencias dentro de una sociedad, hay que evitar la concentración de medios.
Cierto sector de la prensa cree que el fujimontesinismo todavía está en la estructura del aparato del Estado. Está el caso López Meneses.
Yo creo que es verdad. El fujimontesinismo estuvo en el poder diez años, fue un poder enormemente corrupto, fue un poder que robó de manera enloquecida, hay que acordarse de eso. Y eso es un poder que permite infiltrarse en todos los organismos del Estado, entonces, esa es una realidad en el Perú, no se ha hecho una limpieza radical, profunda. Aunque, afortunadamente, los principales dirigentes del fujimontesinismo han sido juzgados y están en prisión o han pagado sus delitos. Hay unos resabios que están aún presentes y ese caso que acabas de señalar muestra cómo están infiltrados incluso en los poderes militares y policiales, y entonces la vigilancia debe mantenerse muy activa. Está muy bien que haya esa vigilancia y críticas, pero al mismo tiempo hay que rehuir el catastrofismo y la utilización abusiva de los escándalos para condenar de esa manera inmisericorde a un gobierno que creo que lo está haciendo bien.
Dice que el Perú goza de una imagen positiva, pero el hecho de que haya un presidente preso y dos investigados, Alan García y Toledo…
Pero justamente que estén investigados, que los presuntos delitos estén en las primeras planas de todos los diarios y haya procesos judiciales abiertos, ¿habla bien o mal del Perú?
Habla bien del Perú. ¿Eso ocurría cuando la época de Fujimori, Velasco, Odría? Eso no ocurría.
Los escándalos se tapaban porque había miedo y un poder que podía controlar los medios. Hoy nadie tiene miedo, hoy se denuncian los reales o presuntos delitos y son objetos de investigaciones periodísticas a veces muy radicales y eso es muy bueno para el Perú. Lo que es malo es que el gobierno esté tan absolutamente acorralado por los medios y que parezca en un momento dado no tener capacidad de respuesta a la ferocidad de las críticas. Eso es malo para la estabilidad y el mejor funcionamiento de las propias instituciones. Desgraciadamente, tenemos un Parlamento muy pobre, que hemos visto que en todas las encuestas que se hacen no tiene credibilidad, que sólo una muy pequeña minoría piensa que realmente el Parlamento, que es una institución tan fundamental en la democracia, está capacitado para enfrentar los grandes problemas del Perú y darles respuesta.
¿Y nos conviene una bicamerabilidad en ese sentido?
Yo no creo que el problema sea la bicameralidad sino el Parlamento en sí. Lo que necesitamos es llevar gente capaz, honrada, idealista, gente realmente preparada para cumplir esa función de primera magnitud que tiene el Parlamento en una democracia.
¿Se acuerda de Fujimori?
Bueno, me acuerdo de lo que representó el fujimorismo, que creo que ha sido una de las grandes catástrofes que ha tenido el Perú. Y al mismo tiempo, afortunadamente, es una cosa del pasado, creo que el fujimorismo en un futuro cercano no va a volver al poder en el Perú. Creo que hoy día hay suficientes reservas democráticas y anticuerpos contra lo que representó el fujimontesinismo como para que no vuelva al poder, pero al mismo tiempo hay que estar vigilantes y hay que impedir que la justicia caiga dentro de las redes de la corrupción que por desgracia todavía siguen operando en nuestro país.
El papa Francisco ha resultado ser un papa moderno, ¿qué opinión tiene de él?
Tengo muy buena opinión del Papa. Yo creo que está haciendo un esfuerzo que ojalá se traduzca en reformas reales para modernizar a la Iglesia, para devolverle la fuerza moral que en algunas épocas ha tenido y que ha sido muy importante.
Nosotros tenemos aquí todos los domingos las prédicas del cardenal Cipriani, casi en la otra orilla.
El cardenal Cipriani representa a la Iglesia más reaccionaria, intolerante, fanática y, entonces, hay que desear que la nueva política del Vaticano llegue al Perú también. Yo acabo de criticar muchísimo al arzobispo de Santo Domingo porque, increíblemente, está apoyando leyes racistas que privan de la nacionalidad dominicana a cerca de 200,000 dominicanos por ser hijos o descendientes de haitianos, algo que me parece totalmente incompatible con lo que debería de representar la Iglesia Católica. Yo creo que hay que esperar del papa Francisco que estas autoridades de la iglesia que representan las cavernas vayan siendo removidas y reemplazadas por obispos, arzobispos que estén mucho más impregnados de la mentalidad de cercanía, de justicia social que representa aparentemente el papa Francisco.
¿Y conoció a Mandela?
No, pero visité la cárcel donde estuvo 27 años y donde, en un acto absolutamente extraordinario cambió de manera de pensar y decidió que eran los métodos pacíficos los que podían traer la justicia a su país, y que había que actuar de tal manera, que los blancos no se fueran sino se quedaran una vez que se instalara la democracia. Creo que es uno de los casos más notables de un dirigente político, por eso creo que todos los homenajes que se le han hecho son pocos.
Usted está escribiendo una nueva obra, ¿es teatro?
Estoy escribiendo una obra de teatro que se llama Los cuentos de la peste, es una obra inspirada en el Decamerón y, bueno, ya tengo tres versiones hechas y estoy empezando la cuarta.
¿Y se subirá otra vez al escenario?
(Risas) Vamos a ver si consigo convencer a Patricia que no se divorcie, porque me ha dicho que si me vuelvo a trepar a un escenario, me va a pedir el divorcio, así que primero tengo que tranquilizar a mi mujer.
¿Usted bordea los 77 años?
Tengo 77 y me voy para 78, ya en marzo.
Borges dijo "quiero descansar en Suiza", ¿usted quiere descansar en Londres?
Yo lo que quiero es llegar lúcido hasta el final trabajando con la pluma en la mano, escribiendo, creo que esa sería para mí la manera ideal de despedirse de esta vida.