De: ALFONSO CALDERON OTOYA <saratoga_1915@hotmail.com>
El peligro de que alias "José" y sus secuaces estén haciendo lo que los testarudos niegan: política
La política antidrogas y la persecución de las huestes armadas de los hermanos Palomino en el VRAE, por el gobierno de Ollanta Humala, no se distinguen de las que en su tiempo practicaron Alan García o Alejandro Toledo, herederos de la matriz Fujimori-Montesinos.
Todos, apenas con alteraciones, subordinaron a la Policía Nacional y a la población civil a lo que ordene el Ejército. Entrevistado por esta revista, el economista Hugo Cabieses desarrolló esta apreciación luego de asistir, la semana pasada, a un Congreso Interregional de Comunidades Nativas del VRAE.
Un detalle ominoso es destacado por el economista. Un oficial, policía o soldado, que hoy en el VRAE tenga a la mano a un dirigente subversivo libre en los montes deberá pedir autorización de su comando para detenerlo. La continuidad de la mala costumbre no significa coherencia sino insistir en lo insensato. ¿Cómo puede mantenerse una directiva inventada por Montesinos para decidir capturas y luego negociarlas?
Tal vez tengamos aquí una posible explicación a la libertad de movimientos que exhibe "Gabriel" Palomino, el jefe senderista que en
la zona se traslada como pez en el agua y al frecuente hallazgo de fusiles "Galil", exclusivos del Ejército, en manos senderistas, que según
frecuentes versiones los compran a precio huevo.
La otra cara de la moneda la vemos en los éxitos de la Policía Nacional en el Huallaga, que con un exhaustivo trabajo de inteligencia desarticuló columnas y mandos de Sendero en esa zona, hecho que sin
embargo trajo como consecuencia que los militares decidan la desactivación de ese frente. Cabieses comparte estas apreciaciones.
Quien fue viceministro de Desarrollo Ambiental durante la gestión inicial de Ricardo Giesecke, con el actual gobierno, lamenta que en el
inmenso valle de los ríos Apurímac y Ene no exista un comando unificado y la jefatura política continúe en manos del titular de Defensa,
esta vez un civil sin experiencia y carente de autoridad profesional.
No hay que ser adivino para como probar que quien realmente manda en el sector es el coronel (r) Adrián Villafuerte, un asesor habilidoso en la penumbra.
Aquí hay que recordar otra vez ideas y prácticas de Montesinos en su manejo de la Fuerza Armada durante los 90. Se cuidó de colocar en los mandos del Ejército a oficiales de mediocre trayectoria, como Nicolás de Bari Hermoza Ríos o el inicial titular de Defensa, Jorge Torres Aciego. El asesor nunca ocultó el fundamento de sus designaciones.
"Coloca en las jefaturas a quienes no lo merecen y te estarán agradecidos toda la vida", fue una confesión recogida en "El espía imperfecto", libro de Sally Bowen y Jane Holligan, dedicado al reo número dos.
Algo similar ocurre hoy con el ministro de Defensa, José Urquizo, "a quien nadie quiere en el VRAE", según asegura Hugo Cabieses. La razón es que ya fue vicepresidente del gobierno regional de Ayacucho, durante la presidencia del aprista Omar Quesada. "Nunca fue al valle y ambos comparten una gestión de pésimo recuerdo". Y si Urquizo no cuenta con respaldo, es lógico que en el futuro lo busque en el inefable coronel que lo propuso para el cargo.
-¿y qué le pidió el congreso de nativos al gobierno? --consultamos.
-Asháninkas y machiguengas plantearon la necesidad de crear una Autoridad Autónoma del VRAE, responde Cabieses, quien recuerda de memoria que el pedido registra poblaciones de los distritos cusqueños Pichari y Kimbiri; otras cinco de los ayacuchanos Ayna, Santa Rosa, Palmapampa, Llochegua y Sivia; más dos ubicadas en Junio.
Esa demanda, sostiene, viene desde los años 90, cuando reclamaban
crear una provincia, aunque nunca coincidieron al momento de fijar la capital. Durante una reunión en Palacio, cuenta Cabieses, Alberto Fujimori aprovechó ese desacuerdo momentáneo para suspender la cita y postergar indefinidamente la decisión.
Pero el VRAE--comenta-abarca 20 mil kilómetros, incluye unos 250
mil habitantes y por la naturaleza de sus graves problemas merece esa
consideración, que ha llevado a que sus pobladores, desde el 2007, vivan en estado de emergencia, una especie de postración civil colectiva y permanente fuente de abusos.
En cuanto a Sendero Luminoso, el economista sostiene que, en comparación con su brutal conducta pública de los 90, ha cambiado sus
tácticas frente a la población, aunque mantiene los alevosos crímenes
contra soldados y policías. Convoca a las autoridades de poblados y distritos, imparte mensajes políticos, ofrece protección para sus cultivos de hoja de coca, paga a los llamados cargachos para transportar pasta básica y se maneja con buenas maneras.
Por otro lado, los activistas ya no sabotean las obras del gobierno, como hacían antes. Se estima que en la parte sur del valle operan entre 200 y 300 jóvenes, quienes tienen la aprobación de sus padres, familiares y la población. Llama la atención, dice el entrevistado, pero en Kimbiri, por decisión de sus jefes, los senderistas han llegado a colaborar hasta con la construcción de la carretera a Quillabamba, que es una esperanza local.
Otros episodios, esta vez trágicos, rondan la memoria de Cabieses. En especial un capítulo que la Comisión de la Verdad no registró, porque los sobrevivientes acordaron mantener la boca cerrada. Habla de una matanza cometida en 1987 por un grupo de mercenarios argentinos bajo órdenes de militares locales.
Ocurrió en el caserío Rosario, distrito de Ayna, provincia de Huanta, donde asesinaron a mansalva a 110 pobladores, incluyendo niños y ancianos. "Esto me lo contó la semana pasada Hugo Huillca, un veterano y amigo de Hernando de Soto, me lo confirmó el chofer que nos llevó al VRAE y ambos recordaron que todo fue en represalia por un anterior y sangriento atentado de Sendero Luminoso".
El silencio colectivo se ha mantenido durante 2S años, tan profundos han sido el pánico y dolor con el que sobrevivieron los rosarinos. Esta es una historia que el país oficial debería exhumar, para bien de la memoria colectiva y la justicia. El olvido es mal consejero y esta es una prueba más. ¿Cómo ganar la confianza de la población en ese valle, donde otros niños vuelven a vivir entre uniformes, balas, comercio de drogas y la presencia de visitantes extraños que los jalonean para que
sirvan en sus bandos?