Por: Manuel Guerra
Alan García parece estar convencido que su mejor defensa ante las abrumadoras evidencias de corrupción practicadas durante su gobierno, es salir con la pata en alto. Frente a la denuncia de las irregularidades incurridas en la libertad concedida por él, entre ellos a 400 condenados por narcotráfico, con actitud desafiante afirma que volvería a repetir su política de indultos. Dice además que "si no les gusta, no voten por mí". Semanas atrás salió a criticar a Ollanta Humala por no hacer mayores esfuerzos para atraer inversión extranjera; ahora lo emplaza a que diga sí o no sobre el indulto a Fujimori y a pronunciarse si Nadine será o no candidata presidencial.
García se cura en salud. Su bien cultivado histrionismo tiene por objetivo distraer la atención sobre los temas de fondo que lo comprometen con actos dolosos, eventualmente aparecer como un perseguido político en caso que prosperen las acusaciones de la mega comisión del Congreso encargada de investigar los delitos cometidos durante su gobierno. Hasta ahora ha sabido bien librado. El escándalo de los "colegios emblemáticos" ha sido archivado de manera irregular; no en vano el Apra cuenta con una pléyade de abogados, jueces y fiscales especialistas en tapar corruptelas y torcer a la justicia.
A pesar de eso y del apoyo mediático con que cuenta, el cerco sobre García se estrecha, y tal vez esté pensando la conveniencia de unas largas vacaciones en el exterior, hacer que sus delitos se encubran o prescriban, que sus fechorías se olviden, y con la audacia recomendada en su libro "Tome la palabra", volver con aires renovados a encandilar a los electores y postular por un tercer mandato.
El otro filón de la corrupción actual en el Perú, el fujimorismo, asimismo hace malabares para pasar piola. El reciente descubrimiento de un cargamento de droga que compromete a una empresa de la que Kenyi es socio, trae a la memoria el uso que se le daba al avión presidencial durante el gobierno de su padre y toda la práctica mafiosa que se puso en marcha, contaminando a todas las instituciones del Estado.
La divisa del fujimorismo es el cinismo. Hay que ver cómo Keiko sale dar lecciones con aires de inocencia y virtuosismo propias de una santa; hay que asombrarse cómo hacen de su padre una víctima sometida a maltratos e injusticias. Cuenta el fujimorismo asimismo con un poderoso apoyo mediático y la complicidad de sectores de la derecha que le estarán siempre agradecidos por haber abierto el camino al neoliberalismo y haber impuesto una constitución que valide el capitalismo salvaje, haciéndose de la vista gorda con el hecho que tal engendro fue producto de un golpe de estado.
Los gobiernos de Fujimori y García tienen como denominador común el entreguismo y la corrupción. No es raro su cada vez mayor entendimiento político, que se transforma en complicidad de delincuentes a la hora de cubrirse las espaldas.
El modelo neoliberal no puede desarrollarse sin una ofensiva ideológica y cultural, despojada de valores y profundamente individualista. Las grandes empresas transnacionales para saquear nuestros recursos no solo necesitan gobernantes sumisos, sino también un engranaje de la corrupción en todos los niveles del Estado. Por ello el combate contra el modelo, no solo consiste en llevar adelante un cambio de rumbo económico, sino también una regeneración moral, la asimilación de una nueva cultura política sustentada en el amor a la patria, la vocación de servicio, el bienestar de la población, la democracia real, la defensa del medio ambiente y la inclusión de la diversidad que somos, como elementos vitales de la nación peruana
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