ANTONIO VILLALOBOS ORDOÑEZ
(Un inolvidable maestro ….)
Por Alfonso Campos Pérez (*)
Recién hoy, once meses después, me entero de la muerte de Antonio Villalobos Ordoñez.
Maestro de profesión, había nacido en Chota, humilde pueblo de Cajamarca cuyos habitantes cargan un innoble peso: "Al chotano, ni la mano...".
A Antonio Villalobos, por el contrario, no sólo había que darle la mano, sino entregarle, de golpe, el corazón.
Fue un soñador. Un hombre de ideales. Tenía los ojos siempre cargados de infinito. De horizontes estelares. De incumplidas epopeyas.
Lo conocí en el colegio "Ramiro Ñique" de Moche. Yo también era, como él, entre 1980 y 1990, maestro de primaria. Allí enseñaba Antonio Villalobos a niños de todos los grados. Pero enseñaba también, en silencio, con su ejemplo, a sus amigos. A los maestros que trabajaban con él.
Porque fue un hombre que no sólo predicaba con palabras, sino con su ejecutoria personal. Con sus actos iluminados, buenos como el pan. Su verbo de líder jamás fue contradicho por actos de vergüenza (Como los actos de los que hoy quieren dividir al Sutep).
Entonces, me parece que en el año 1985, era Secretario General del Sutep de La Libertad.
Le tocó dirigir al Sutep en épocas duras, cuando la mano abusiva del gobierno se ensañaba, como siempre, con los maestros liberteños, y peruanos.
Villalobos era la bandera, entonces, de nuestro sindicalismo libertario, beligerante, altivo como una montaña, ruidoso como uno de nuestros grandes ríos.
Lo vi gritando en las calles y plazas su rabia a través de su palabra admonitoria, cuando había quienes no entendían que quizás el único camino de la reivindicación magisterial, era la lucha. Sin cuartel. Sin prisas pero sin pausas. Con la persistencia de la gota de agua en la piedra.
El mismo repartía los volantes mosquito a los profesores. Los abrazaba a todos. Con sus ojos brillantes por la euforia, los convocaba a los mítines. Los invitaba a ganar las calles. Les instaba a combatir. Les advertía que eso era un deber. Como también era un deber fortalecer al Sutep. Y mantener en alto sus banderas.
Nadie me contó lo que digo. Lo vi "con mis propios ojos".
Por eso, con estas palabras mal hilvanadas, y desordenadas, he querido rendirle desde aquí, un pequeño homenaje a su memoria. Nunca lo olvidaremos. Nunca le perdonaremos haberse muerto sin darnos la opción de decirle: "Te quisimos tanto, porque eras un maestro de verdad".
Nunca como hoy -nos parece- es más alto y justo el grito del poeta: "Muera la muerte…".
No deseo que Antonio Villalobos descanse en paz. Deseo que venga, desde la muerte, trayendo su protesta, sus sueños, ese puñado de estrellas que siempre tenía en sus manos y en su corazón, para seguir repartiéndolo generosamente. Que venga siempre, desde la muerte, repito, a enseñarnos que ser maestro es la mejor manera de entender la vida.
Trujillo
Ver imagen:
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