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domingo, 4 de mayo de 2014

La justicia es un búfalo, escribe César Lévano



---------- Mensaje reenviado ----------
De: ALFONSO CALDERON OTOYA <saratoga_1915@hotmail.com>
Fecha: 4 de mayo de 2014, 15:01

La justicia es un búfalo



Edmundo Dante Lévano La Rosa, conocido como César Lévano (nacido en Lima 11 de diciembre de 1926), es un intelectual, periodista, escritor, 




En el Perú, el Poder Judicial debería tener como símbolo, no una balanza, sino una cabeza de búfalo. Sería el justo reconocimiento al hecho de que esa institución ha sido transformada en instrumento del Apra.

El escándalo que ha surgido porque el Tribunal Constitucional nombró fiscal supremo, sin tener atribuciones para hacerlo, a Mateo Castañeda Segovia.

Esa resolución viola el artículo 150 de la Constitución, el cual establece que es el Consejo Nacional de la Magistratura el que se encarga "de la selección y el nombramiento de los jueces y fiscales".

A esa sinrazón se suma la elección de Carlos Ramos Heredia como fiscal de la Nación. Ocurre que sobre el doctor Ramos pesan antecedentes muy graves, tanto por su actuación frente a la actividad delictiva en la región Áncash –donde sancionó a fiscales que investigaban a César Álvarez, presidente de la región– como sus sospechosos vínculos con la mafia del caso Business Track. Se le vinculó con la pérdida del USB que involucraba a Jorge del Castillo con ese "faenón". En las investigaciones se halló un audio en el que Alberto Químper explicaba que Ramos ya había sido conversado.

En muchos otros casos, incluido el de la universidad Garcilaso de la Vega, cuyo rector es de filiación aprista, se puede ver que la justicia está en manos de un partido cuyos líderes tienen una firme vocación por el dinero, no por la justicia.

En el fondo de la coyuntura actual, el desenfreno inconstitucional de la cúpula aprista se debe a que su dirigente máximo, el expresidente Alan García, teme, con justa razón, que la justicia lo castigue por un hecho imborrable: el haber favorecido a narcotraficantes y otros delincuentes con conmutaciones de penas e indultos.

El doctor García ha afirmado, como es público, que cada una de las acciones a favor de los forajidos fue consultada por él directamente a Dios.

Por los efectos perniciosos de esas medidas, cabe sospechar que García cometió un error: lo más probable es que quien le respondió fue el mismísimo demonio. Calumnia vil resulta atribuir al Ser Supremo una inclinación benigna respecto a los culpables del sucio negocio de la droga.

La manipulación del Poder Judicial por un partido político tiene alcances funestos más allá de la política. La propiedad, los conflictos familiares y sociales, la moral pública, el crimen organizado, todo queda en manos de una red partidaria.

Hace un siglo, Manuel González Prada fustigó los vicios y los crímenes de la magistratura. Resulta una ironía histórica que el partido que colocó en sus banderas iniciales el nombre y la efigie de don Manuel sea hoy culpable de una crisis ética y legal que parece no tener remedio.




Una mafia se saca con otra mafia Escribe Raúl Wiener






Raúl Wiener Periodista, Analista Político y Económico peruano. 









Por  el mayo 4, 2014


En la primera plana de ayer de El Comercio, el magistrado Ernesto Álvarez, quien estuvo entre los tres que sacaron la resolución sobre el Ministerio Público, explica la decisión argumentando que existiría una mafia que quiere controlar ese organismo. O sea, abre el juego político y dice que lo que estamos apreciando, y que parece un tema institucional, es en realidad una lucha por el poder. Dice que es contra una mafia, pero queda por saber a favor de quién es.

Por eso lo que habría primero que preguntarse es para quién trabaja Álvarez, que llegó al Tribunal Constitucional como expresión de la repartija de la época, en la cuota del PPC, pero rápidamente evolucionó hacia el APRA, probablemente haciendo cálculos sobre sus aspiraciones de tomar el Decanato de Derecho en la Universidad San Martín, que ya sabemos quién maneja, a su salida del Tribunal, que alguna vez tendrá que ocurrir.

Otro de los votantes, Carlos Mesía, fue asesor parlamentario de Del Castillo y militante inscrito en el APRA, mientras el despistado Eto llegó con el cupo nacionalista pero ha votado generalmente con las corrientes mayoritarias en un organismo que ha cometido cada vez más tropelías.

Si estos tres quieren "salvarnos" de las mafias, es casi obvio que lo están haciendo en la dirección de reforzar la presencia tentacular del APRA y García en las instituciones estatales de control.

Después de todo Mateo Castañeda era el que coordinaba fiscales en el caso BTR, cuando desaparecían las pruebas y el que tenía la relación telefónica con Del Castillo y Garrido Lecca, como lo declararon varios testigos ante la corte, para darles cuenta de cómo avanzaban las investigaciones.

Si lo que dice la Megacomisión es verdad, el fiscal Castañeda fue parte de una organización que funcionó para el encubrimiento. Y eso no se ha sacado ahora para cerrarle el paso, sino que está en toda la documentación de la época.

Claro que da ganas de reír cuando El Comercio refiere en su nota editorial del sábado que contra Castañeda, al que el CNM no quiso nominar para fiscal supremo, "solo existen denuncias periodísticas", cuando todos hemos sido testigos que el caso Ramos se basa en lo mismo, con la diferencia que a este último le sacaron cosas cuando estaba postulando a Fiscal de la Nación y las de Castañeda están ahí desde hace mucho tiempo.

Finalmente si hay una entidad familiar que usa el poder de prensa para sacar y colocar autoridades, todos conocemos su nombre. Ayer mismo decían como corolario de la crisis entre el TC y la CNM, que ya que no hay otra forma de sacar a Ramos del cargo antes de su juramentación, había que esperar que renunciara por vergüenza. Por esa que se debe sentir cuando a uno le bajan el dedo en la calle de La Rifa.






CUANDO EL DESACATO ES UN GESTO 

MORAL

Escribe César Hildebrandt
 



0 alentamos la rebeldía o nos hundimos todos en el lodazal propuesto por la judicatura.


El señor Alan García está feliz. Mirko Lauer también. Lo mismo sus voceros concentrados (García opera el mila­gro de reunir a los Miró Quesada y a los bustos parlantes del mohmismo en un solo propósito en­cubridor). Hasta Juan Paredes Castro, siempre de ocasión, está exultan­te como si acabara de cazar a un buen mamut.
Pero que García no se la crea. Que un pestífero poder judicial controla­do por el Apra lo haya "liberado" for­malmente de las incomodidades de la Megacomisión no significa que sus narcoindultos dejarán de ser parte de su prontuario. Lo seguirán siendo.
García es un foco infeccioso para la política peruana. Es un hombre que se hizo rico echando mano a toda la plata negra que la política y el poder presidencial le pusieron a su alcance. Es au­tor mediato, mucho más que Fujimori, de cuantiosas masacres. Es el más exi­toso fugitivo de la justicia penal gracias a prescripciones, arreglos bajo la mesa y servicios mugrientos del poder judi­cial acovachado que padecemos.
Que García no haya pasado por la cárcel es una demostración cabal de lo que es, fatalmente, el Perú. Que a García no lo pueda investigar el Con­greso sin que meta la mano un juez "ad hoc" dice mucho de la crisis de la democracia peruana, impotente, desde su parálisis institucional, para poder garantizar la seguridad ciuda­dana o la aplicación de una justicia igualitaria.
Alan García es la continuidad de­generada de un partido que Haya de la Torre ya había convertido en una sucursal oligárquica después de su alianza con la derecha más dura de los años 6o. Después, con el golpe de los militares peruanos nasseristas de 1968, Haya pretendió darse un aire reformista diciendo que el programa de Velasco era un plagio del ideario original aprista. Sin embargo, hizo todo lo posible para que Velasco fra­casara y aquel 5 de febrero de 1975 fueron fuerzas apristas las que ayu­daron a desatar el caos y el saqueo de Lima. Ese fue el comienzo del fin del velasquismo, el más serio intento de cambiarlo todo desde arriba y a la fuerza.
A finales de los 70, con Haya lan­guideciendo, el Apra terminó siendo un partido ficticiamente dividido. Por un lado estaba el ala conser­vadora, representada por Andrés Townsend, y por el otro una facción supuestamente de izquierda, la en­carnada por Armando Villanueva. Pero esta última, que controlaba el aparato, era retórica pura.
La impunidad dotó al personaje de una redoblada desfachatez. Confundió el discutible perdón mal habido y, más bipolar que nunca, se irguió en líder casi insurreccional de la oposición a Toledo
Y muchos de sus voceros, incluido su líder, es­taban demasiado cerca del narcotraficante Carlos Langberg como para que alguien los tomara en serio.
La derrota electoral de Villanueva en 1980 ca­tapultó a García, la joven promesa acunada por Haya. Este hizo en tres años -de 1985 a 1988-lo que a Haya le había costado déca­das: empezar como revolucionario y terminar como un dudoso social demócrata de dientes para afuera. Cla­ro que García le puso un ingrediente que Haya, a pesar de sus vicios per­sonales y sus extenuantes secretos, no había frecuentado: el robo de fondos de campaña, las comisiones por re­venta de armas, las coimas por obras de infraestructura, el carrusel de dó­lares MUC con testaferros como su amigo Alfredo Zanatti, quien compró 25 millones de esa divisa subsidiada y alguna vez recibió un fax de García exigiéndole cuentas sobre un episodio contable (todo está en el expediente respectivo).
García, que había pertenecido a la mesocracia del lado más modesto de Miraflores y que jamás tuvo trabajo conocido (con excepción de su fugaz tránsito por la abogacía defendien­do sin éxito a un par de narcos), se hizo millonario en dólares gracias a su paso por la presidencia. Se com­pró inmuebles en Lima, Bogotá, Pa­rís. No pagó una sola de sus felonías. Vivió sin trabajar entre París y Bogo­tá recurriendo a los intereses de sus cuentas. Y al final, con el colapso del régimen de Fujimori -monstruo que él creó desde Palacio con la colabora­ción de "La República" y "Pajina Li­bre"-, la democracia, devuelta pero no limpia, resucitada pero no escar­mentada, organizó sus prescripcio­nes y toleró su regreso y hasta su candidatura. Como siempre. Como con Piérola. Como con los Prado.
La impunidad dotó al personaje de una redoblada desfachatez. Confun­dió el discutible perdón mal habido y, más bipolar que nunca, se irguió en líder casi insurreccional de la oposi­ción a Toledo. No es de extrañar que en el 2006 el país anético que es el Perú lo llevara a la presidencia. Al fin y al cabo, el asunto era cerrarle el paso a un exmilitar que proponía cambios importantes. Un García aliado, como Haya, de la peor y más rapaz dere­cha llegó a su segundo mandato. Y los robos continuaron, los decretos con fe de erratas para hacer obras de más de 250 millones de soles se pu­blicaron, las coimas se reprodujeron en todos los ministerios y la fortuna de García, acrecentada ya durante la campaña electoral que financió una plutocracia más asustada que nunca, se hizo más grande que nunca.
Y a todo eso este individuo añadió la infamia de los narcoindultos. Cuatrocientos delincuentes parecidos a ese Carlos Langberg que financió al Apra y abasteció de cocaína a algu­nos de sus dirigentes salieron a la calle con la firma del presidente de la república. Esta es una vergüenza que ningún país ha sufrido, un estig­ma que nos atañe a todos y que hoy la prensa del lodazal pretende pasar por alto.
La Megacomisión lo pescó. Y, como lo demostró el magnífico ar­tículo que al respecto publicó este semanario la semana pasada, toda la argumentación de García fue des­baratada. No quería descongestionar las cárceles, como decía (para eso hubiese indultado a reos sentencia­dos por delitos contra el patrimonio, que eran la mayoría, o no habría con­mutado las penas de quienes ya es­taban en sus casas en un régimen de semilibertad). No. Lo que quería este hombre sin escrúpulos era liberar a bandas enteras de narcotraficantes, incumpliendo así el artículo 8 de la Constitución y creando un sórdido sistema paralelo de justicia sin pu­nición. ¿Cabe algo peor en un país amenazado desde su médula por el narcotráfico?
Todo eso ha sido descubierto por la Megacomisión. Y por eso el poder judicial, el que hizo de César Álvarez un hombre inalcanzable para la justi­cia en Áncash, ha tenido otra vez que intervenir.
Un periodista del extranjero po­dría creer que Alan García está libre de polvo y paja gracias al espurio fa­llo. Pero los peruanos sabemos qué calidad tienen la mayoría de nues­tros jueces, de qué aguas turbias pro­ceden, a qué acequias se acercan a beber. Y de qué modo el Apra reina entre sus filas.
Lo que quería este hombre sin escrúpulos era liberar a bandas enteras de narcotraficantes, incumpliendo así el artículo 8 de la Constitución y creando un sórdido sistema paralelo de justicia sin punición. ¿Cabe algo peor en un país amenazado desolé su médula por el narcotráfico?
Cuando mucha gente pregunta por qué los in­teligentes y los decentes se alejan de la política, por qué a los jóvenes los corroe el asco o el escepticismo o la rabia cuando les mientan la palabra "política", pues esta es la respuesta: porque la nues­tra tiene en su menú estelar a un pre­sidente ladrón que está en la cárcel, a uno semejante que está siendo inves­tigado y que debería terminar en ella y a un tercero, gemelo de los otros, que es socio de jueces y mandatario informal del Ministerio Público.
Desacatar el fallo del poder judi­cial es un deber moral del Congreso. No puede haber respeto a un poder judicial que mete la uña para salvar a un favorito argumentando que no fue debidamente citado cuando la aludida invitación de la Megacomi­sión tiene cuatro páginas y abunda en precisiones.
Inhabilitar a García no es una op­ción. Es una necesidad para devol­verle al país la oportunidad de ser otra vez respetable.





Desacato

  1. m. Desobediencia a una autoridad:
    la iglesia le acusó de desacato a la jerarquía.
  2. Falta de respeto a los superiores:
    este desacato a su coordinador le costará caro.
  3. der. Delito que se comete calumniando, injuriando, insultando o amenazando a una autoridad o un funcionario público en el ejercicio de sus funciones:
    desacato a un tribunal.

Mesocracia

  1. f. Forma de gobierno en que la clase media ostenta el poder.
  2. Burguesía,clase acomodada:
    valores mercantilistas de la mesocracia.





24 DE JULIO: V ASAMBLEA NAC. DE DELEGADOS DEL SUTEP(LIMA)
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