Por: Oswaldo de Rivero.
Si uno examina los Informes de Desarrollo Humano y los Informes del Banco Mundial del periodo 1975 - 2003, es decir de 28 años, sobre 124 países llamados «en desarrollo» -donde vive la mayor parte de la humanidad- se comprueba lo siguiente:
Que en 69 países que la renta promedio per capita a lo largo de esos 28 años no solo no creció, sino que fue «cero», y también fue negativa en mucho de ellos.
Que en otro grupo adicional de 37 países la renta per capita promedio solamente creció 1%, y en todos los casos menos de 3%. Es decir, totalmente insuficiente para salir de la pobreza.
Que solamente 4 países: Chile, Tailandia Indonesia y Malasia registraron un crecimiento promedio de la renta per capita del 4%, que es casi el minimum minimorum necesario para comenzar a vencer la pobreza.
Finalmente, se nota que en estos 28 años, solo 4 países: Corea del Sur, Taiwán, Singapur y China registraron un crecimiento promedio sostenido de la renta per capita del orden del 6% y 7%, es decir suficiente como para vencer en parte la pobreza de su población.
Por lo demás, en todos los Informes sobre
¡El desarrollo es entonces la excepción y el no desarrollo la regla!
El desarrollo ha sido uno de los mitos más persistentes de toda la segunda mitad del siglo XX. Los teóricos, expertos y políticos han estado convencidos de que el desarrollo económico y social es un proceso consustancial a todos los Estados-Nación, que sólo es necesario aplicar las teorías y las políticas correctas y los países pobres comenzarán a crear riqueza hasta convertirse en sociedades con altos niveles de vida, como las que tienen ahora tan solo las 24 democracias capitalistas industrializadas. Por espacio de medio siglo, más de 124 países han ensayado ideologías y diversos sistemas económicos y sociales, buscando el desarrollo como si fuera «El Dorado», pero el desarrollo se ha mostrado tan elusivo como aquella quimera de los conquistadores.
El origen del mito del desarrollo se nutre de la ideología del progreso de nuestra civilización occidental; ideología que se originó en el Siglo de las Luces, pero que fue más tarde propulsada estruendosamente por la revolución industrial. En efecto, con la revolución industrial nació el convencimiento de que cualquier sociedad puede crear ciencia, tecnología e industria, y así progresar sin límites. De este modo, las sociedades rurales pueden progresar hacia sociedades industrializadas y finalmente convertirse en sociedades sapiens posindustriales de conocimiento intensivo y bienestar perpetuo.
Dentro de esta ideología de la felicidad por el progreso material, ya a fines del siglo XVIII Adam Smith describía las etapas necesarias para lograr la riqueza de las naciones. Explicaba cómo las sociedades cazadoras y recolectoras podían evolucionar hacia sociedades pastorales y agrícolas, para terminar como sociedades manufactureras y mercantiles. Karl Marx, otro gran ideólogo del logro de la felicidad de la humanidad a través del progreso material, pensaba también que el progreso material de la humanidad se va logrando por el paso del feudalismo al capitalismo, y luego por el paso del capitalismo al comunismo, con lo cual termina la historia y nace la felicidad perpetua. El neoliberal Francis Fukuyama coincide con esta idea marxiana, cuando considera que hoy la historia ha terminado con el triunfo del capitalismo global.
Uno de los grandes propulsores modernos del mito del desarrollo fue el profesor Walter Rostow del Instituto Tecnológico de Massachussets, quien en 1960 fascinó a todas las tecnocracias con su famosa obra sobre las etapas del crecimiento económico. Según Rostov, los países evolucionan de una sociedad tradicional a las etapas de acumulación y despegue, hasta llegar a la etapa final del gran consumo en masa, que no es otra cosa que el desarrollo. La ecología no cuenta para nada en este proceso; es otra materia prima más que se consume en la marcha hacia el progreso y la felicidad. Después de Rostov, todos los tecnócratas estuvieron convencidos de poder lograr el desarrollo. Sólo tenían que saber aplicar las teorías y políticas correctas, crear valor agregado, acumular, despegar y consumir en masa. Se trataba de saber reproducir en el menor tiempo histórico posible el proceso de desarrollo de Europa y Estados Unidos. Desde entonces hemos visto muchos «despegues», pero pocos casos de desarrollo nacional. Se dijo hace 20 años que el Brasil estaba en despegue, que era una de las futuras potencias mundiales; luego, hace algunos años, estuvieron de moda México y
Lo cierto es que en los últimos 30 años, solamente dos pequeños países, Corea del Sur y Taiwán, han logrado salir de la agricultura hacia sociedades industrializadas avanzadas tecnológicamente, venciendo la pobreza generalizada y elevando los niveles de vida hasta crear una mayoritaria clase media, pero con niveles democráticos, culturales, científicos y sociales muy por debajo de Europa y los Estados Unidos. Otros dos territorios, Hong Kong y Singapur, que también se han acercado a los niveles de vida de las democracias capitalistas desarrolladas, no son verdaderos Estados-Nación sino pequeñas Ciudades-Estado.
Lo cierto es que después de 50 años de aplicación de todo tipo de modelos de desarrollo, el ingreso per capita de casi 100 países mal llamados «en desarrollo» es menor que en 1975. Hoy la población de este mundo subdesarrollado está llegando a 5 mil millones, y más de 4 mil millones viven con 1, 2 o 3 dólares diarios. A comienzos de este siglo, el mundo no es otra cosa que un mundo de pobres.
En lugar de un proceso de desarrollo de los países pobres, lo que estamos presenciando es un proceso de inviabilidad económica nacional, y también estamos presenciando el colapso de muchas de estas economías nacionales inviables de África, América Latina y de Asia, y su transformación en verdaderas entidades caóticas ingobernables, llenas de delincuencia, violencia y guerra civil.
El origen de este proceso de no desarrollo e inviabilidad nacional se debe sobre todo a factores estructurales, culturales, ideológicos y ecológicos.
1. Un factor estructural de no-desarrollo es la desproletarización de la producción. Hoy la revolución tecnológica tiene por efecto la utilización de menos mano de obra por unidad industrial producida y servicios prestados. Las grandes ciudades proletarias llenas de chimeneas están desapareciendo y ceden su lugar a fábricas más pequeñas llenas de software y automatización unidas al outsourcing de proveedores que producen con trabajo temporal y menos trabajadores. Los servicios y las fábricas, mediante la automatización y la computadora, están eliminando obreros y burocracia. Hoy la economía puede crecer sin necesariamente crear más trabajo.
2. Otro factor estructural de no desarrollo es la desmaterialización de la producción. Esto quiere decir que hoy día se utiliza menos materia prima por unidad industrial fabricada. La economía industrial se emancipa de su dependencia de los recursos naturales. En un libro de economía clásica se considera que los países dotados de recursos naturales son ricos. Esto no es más una verdad hoy en día. Suiza, un país que no tiene ningún recurso natural y que solo cuenta con 6 millones de habitantes, exporta más que Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, es decir, más que todo el MERCOSUR. ¿Qué es lo que tiene Suiza? Sencillamente, recursos humanos; exporta materia gris, contenida en el altísimo contenido tecnológico de sus manufacturas y la gran eficiencia de sus servicios, en vez de las materias primas y manufacturas de bajo contenido tecnológico que exporta en su mayoría MERCOSUR.
Durante este siglo XXI el mundo se va a convertir en una sociedad planetaria dual. De un lado, existirá una minoría de personas y países consagrados a actividades intelectuales desmaterializadas, creadoras e inventoras de tecnología y servicios; del otro, existirá una mayoría de personas y países pobres que viven todavía de su fuerza física y de la exportación de sus recursos naturales. Sin posibilidad de desarrollarse.
3. Otro factor de no desarrollo ligado al anterior, consiste en la sedimentación de una cultura a-científica en los mal llamados países en desarrollo. Las sociedades de América Latina, África, y en gran parte de Asia (excepto Corea del Sur, Taiwán, China y Singapur) son en realidades sociedades que casi no emplean la investigación científica y tecnológica en su producción. No se nutren de la investigación en ciencias naturales, biológicas, químicas, físicas, bioquímicas y matemáticas. Casi todo el discurso acedémico en estos países es histórico, jurídico, sociológico, económico, artístico, literario. Lo que está bien, pero con ello solo no se llega al desarrollo de una sociedad moderna, cuya característica principal es la investigación científica y tecnológica. En estas sociedades se prefiere la letra al logaritmo, la retórica al experimento, la deducción a la inducción, la creencia antes que la duda. En ellas casi no existe discurso científico. En consecuencia, no existe innovación ni invención. Sin una revolución educativa que promueva la curiosidad y la investigación científica, jamás saldrán del subdesarrollo y la inviabilidad nacional será su condición en el siglo XXI
4. Existe también un factor ideológico internacional que impide el desarrollo: el falso liberalismo global practicado por los países desarrollados más ricos e inclusive por el FMI. En efecto, este falso liberalismo no permite la libre circulación de todos los factores de la producción. El capital circula libremente, en especial el especulativo. Pero el trabajo y la tecnología, dos factores vitales para los países pobres, no son libres; están protegidos por severos regímenes de inmigración y de propiedad intelectual. Además, este falso liberalismo permite que los países más ricos subvencionen su agricultura con más de 200 billones de dólares anuales. Sin embargo, nada ilustra mejor este falso liberalismo global que la intervención del FMI contra el libre mercado para salvar a los inversionistas globales de las crisis financieras de México, Asia, Brasil, Rusia y Argentina. Este salvataje de los Golfingers globales que hicieron inversiones especulativas y riesgosas, es totalmente contra las leyes del libre mercado, porque éste ya posee un medio eficaz para castigar a los inversionistas imprudentes: la quiebra. Este salvataje del FMI no es otra cosa en la práctica, que una suerte de populismo financiero global.
5. Finalmente existen factores ecológicos contra el desarrollo. Hoy el modelo global de desarrollo es urbano, podríamos llamarlo el modelo California, que consiste en una expansión urbana gargantuesca y hasta caótica que devora millones de toneladas de agua, energía fósil, es altamente contaminante, destruye tierras agrícolas y a la vez demanda millones de toneladas de alimentos. Este modelo está ya presente en México, Lima Sao Paulo, Río, Bogota Shangai, Lagos, Dhaka, Karachi, Manila, Adbijan y en casi todos los países, hoy mal llamados en desarrollo, y comienza a producir una falta de acceso seguro de la población urbana pobre a suficientes cantidades de agua, energía y alimentos.
En el año 2020 el planeta será un planeta urbanizado, algo ecológicamente nuevo desde el neolítico. La población de los países pobres casi se habrá duplicado, llegará a unos 6 mil millones y será casi totalmente urbana. Más de 30 a 40 megalópolis pobres de más de 10 millones, y alrededor de 500 con más de un millón se extenderán por el planeta siguiendo el modelo California, causando un enorme desequilibrio físico-social entre las población urbana y los recursos vitales como el agua, la energía y los alimentos, y creando con ello grandes turbulencias sociopolíticas.
Si la población urbana continúa aumentando en la pobreza, sin acceso seguro al agua, a los alimentos y a la energía, habrá más pobreza e inestabilidad causada por la formidable presión demográfica urbana sobre estos tres recursos cruciales. La explosión demográfica urbana realizará una especie de pillaje de las tierras agrícolas, agravando la inseguridad alimentaría. La escasa agua o el agua contaminada en las ciudades subdesarrolladas producirán numerosas epidemias que se convertirán en endémicas. La población en busca de leña para energía destruirá bosques, lo cual causará la erosión de los suelos y aumentará la penuria alimentaría (cientos de países pobres vivirán de ayuda alimentaría, como lo hacen muchos ya hoy).
Con explosión urbana demográfica, sin seguridad alimentaría, energética e hídrica, las perspectivas de desarrollo se evaporarán definitivamente. Sin agua, un país no tendrá alimentos, ninguna escuela funcionará con niños subalimentados, ninguna fábrica podrá tener una elevada productividad sin un adecuado aprovisionamiento de energía y agua. Ninguna familia podrá llevar una vida sana y activa sin alimentos, agua y energía. La pobreza, las enfermedades y el desempleo se perpetuarán, la delincuencia se agravará y el tejido social podría desintegrarse hasta convertir al país urbanizado en la pobreza en una entidad caótica ingobernable.
En regiones de África y de Asia sismos de violencia no cesan de estallar. En América Latina, ya muchos países han sido presa de epidemias de violencia armada y terror, en algunos sigue en otros ha cesado pero no hay garantías de que las epidemias de violencia no regresen, ya que la turbulencia social no cesa en la región, que es hoy la región del mundo con la mayor tasa de criminalidad en el mundo. La historia no se ha acabado como lo afirma Francis Fukuyama. No hace sino comenzar, llena de sorpresas, terrorismo y turbulencias sociopolíticas.
Hoy es indispensable para no ser un país inviable hacer una revolución educativa científica, aumentar la inversión en investigación científica y tecnológica, salir de la exclusividad de las materias primas, producir con mayor intensidad tecnológica y salir del trabajo no calificado. A la vez, es necesario lograr un equilibrio físico-social estabilizando el crecimiento de la población urbana y al mismo tiempo aumentando la seguridad hídrica, la seguridad alimentaría y la seguridad energética con energías alternativas no contaminantes. Toda la clase política debe unirse alrededor de un pacto por la supervivencia para lograr estos objetivos. De no ser así, las megalópolis pobres del mal llamado mundo en desarrollo serán verdaderos infiernos de delincuencia y turbulencia política
Hay que ser realista, abandonar la búsqueda del El Dorado, la imitación del modelo California, porque es infinanciable y ecológicamente insustentable... Imagínense a los 5 mil millones del mundo subdesarrollado, usando 4 mil millones de tarjetas de crédito consumiendo como californianos, expulsando a la atmósfera 7 toneladas de gases per capita al año, con uno o dos automóviles y expandiendo constantemente las ciudades. La biosfera terrestre sería rápidamente consumida... Habría que comprarse otro planeta.
Hacia una nueva ética global
Para superar esta situación tiene que comenzar a surgir una nueva ética global. El gran desafío del siglo XXI es ético, y no es otro que cambiar los actuales patrones de consumo que están contaminando el aire, el agua, creando deforestación, desertificación, destruyendo la biodiversidad, cambiando el clima y apropiándose amoralmente de los derechos de las futuras generaciones a gozar y vivir en un medio ecológico sano y viable.
Hoy lo que intenta este tipo de globalización no es otra cosa, que transmitir los patrones de consumo insustentables de unos mil millones de consumidores de los países ricos a unos 5 mil millones de habitantes de los países subdesarrollados. Toda esta cultura de divulgar más y más consumo material insustentable en verdad no tiene sentido. Es un delirio materialista depredador y es tal vez el principal problema ético que tendrá que enfrentar la humanidad.
Hoy en día, la producción de bienes y servicios (el PNB) no puede seguir usando la ecología como materia prima sino que debe reflejar el costo ecológico. Hay que plantear decididamente que no pueden contabilizarse como creación de riqueza un crecimiento del PNB que implica recalentar la atmósfera, destruir la biodiversidad, aniquilar bosques, crear escasez de agua, contaminar el aire, ríos, mares y crear basureros tóxicos. Felizmente ya hoy existen investigadores que buscan realizar otro cálculo diferente al PNB. Un nuevo índice para medir la riqueza de las naciones, es decir un índice que sustraiga las perdidas ecológicas como los costos del agua y el aire contaminado o el consumo de recursos naturales no renovables del concepto de crecimiento económico. El PNB crece pero el planeta no crece. Esta medida es absurda y la tarea ética futura es reemplazarla.
También una nueva ética global debe ser escéptica con los gastos en progresos científicos y tecnológicos que no guarden vinculación con las urgentes necesidades que tiene hoy la humanidad. En los últimos treinta años una gran parte de las actividades científico-tecnológicas, tales como las actividades experimentales en el espacio, las expediciones al sistema solar, la creación de una costosa estación espacial y otras actividades de la ciencia de las partículas absorben enormes recursos económicos, distanciadas de las deplorables condiciones de vida que existen aquí en la tierra.
Por ejemplo, ante tantos recursos gastados recientemente en la exploración a Marte, deberíamos preguntarnos si acaso existe más hambre en ese planeta que en
La ciencia y la tecnología deberían ser reorientadas éticamente a satisfacer las urgentes necesidades de la humanidad. Convencer a científicos e investigadores para orientar con un sentido ético la actual investigación y desarrollo científico-tecnológico debería ser también otro importante logro de una nueva ética global para el siglo XXI.
*Embajador del Perú ante
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