Por Julio Yovera B.
1.
En 1920 Lima continuaba su proceso de industrialización iniciado a finales del siglo XIX; avanzaba aceleradamente una concentración urbana hasta entonces desconocida. La vieja villa colonial dio paso a una ciudad que concentraba a los obreros; 228,740 personas pasaron a ser habitantes de la tres veces coronada ciudad de los reyes. En sus 7 ensayos Mariátegui dio este dato, que tomó del censo que se realizó ese año.
La capital fue el espacio de encuentro y desencuentro de la burguesía criolla y la clase obrera. Ambas contribuyeron a modificar las viejas relaciones sociales de producción, la cultura, las costumbres y el ambiente. La clase obrera venía de conquistar, a punto de lucha y coraje, las 8 horas de trabajo y el derecho a la libre sindicalización. El mérito fue del movimiento anarquista que, con su prédica y su audacia, abrió la trocha y organizó la rebeldía. Al anarquismo se adhirieron los trabajadores, convencidos que solo la lucha frenaría la voracidad de los empresarios, dispuestos siempre a soterrarlos en los tugurios y la miseria.
Hasta antes de la incursión de los trabajadores las calles de la capital peruana fueron escenarios de enfrentamientos de las huestes de los viejos caudillos disputándose el poder. A partir del surgimiento de la clase obrera, en las calles hubo nuevos protagonistas, que solían protestar con el brazo en alto haciendo puño y que a voz en cuello agitaban sus consignas a favor de sus derechos.
2.
Mariátegui, al retornar de Europa después de casi cuatro años de ausencia, se propuso luchar por el logro de una sociedad justa y no excluyente. Afirmó un proyecto transformador no para ganar correlación de fuerzas al interior del poder, sino para conducir la lucha de los trabajadores y el pueblo hacia el advenimiento de una sociedad solidaria. Afirmó un proyecto no para satisfacer necesidades personales, de familia o de grupo, sino para ponerse él y los que lo acompañaban al servicio de un ideal confesado "crear un Perú nuevo dentro de un mundo nuevo".
Mariátegui sintió repulsa por la práctica "política" de las clases sociales que "gobernaban" el país: "nauseado de política criolla, me orienté resueltamente hacia el socialismo", confesó en una carta dirigida al periodista argentino Ricardo Espinoza (enero de 1927). Coherente con ese propósito y con ese ideal, orientó su vida y sus energías a estudiar y asimilar la teoría marxista convirtiéndola no solo en concepción teórica, sino en método de estudio, de investigación, de acción.
3.
Se convirtió en un "intelectual orgánico" de su clase y de su pueblo, iniciando una labor de propaganda y difusión del ideario que profesó y del que no se apartó jamás, dejándonos un ejemplo de ética.
Fue docente de la Universidad Manuel González Prada, centro de educación para los trabajadores y estudiantes, desde donde se difundió conocimiento y cultura socialista pero también se estudió al Perú, su historia y su arte.
Fundó la revista Amauta, en ella escribieron los intelectuales emergentes del país como José María Eguren, y también Vallejo, Basadre, Valcárcel, Martín Adán. Mariátegui, universal en su visión y su concepción, intercambió correspondencia y comprometió a intelectuales de prestigio como Miguel de Unamuno, entre otros, para que escriban en Amauta.
4.
Mariátegui fue un ejemplo de calidad y solvencia intelectual, de honestidad y pluralismo, de compromiso y coherencia. Por ello sufrió los cálices amargos de la intolerancia de un poder mediocre, que lo censuró y apresó acusándolo de urdir nada menos que "un complot comunista" (junio de 1927)
En esas circunstancias creció la estatura del hombre, y en un medio en que la palabra comunista asusta y en que la tipificación de tal "deshonra", Mariátegui se reconoció, por escrito para que no tergiversen sus palabras "marxista (vale decir comunista) convicto y confeso".
Y como tal avanzó con el claro propósito de contribuir con la clase social a la que se había adherido: los trabajadores. Mariátegui animó la formación de gremios y finalmente fundó la CGTP, dándole carácter de frente único, vale decir, independiente de toda consideración doctrinaria, ideológica y política; tanto así que el lema de la central fue la "unidad proletaria."
5.
Pero Mariátegui no se detuvo en el quehacer gremial, fue más allá, había dicho que retornó de Europa con el propósito de aportar a la "creación del socialismo peruano", que lo impulsó a estudiar de manera rigurosa la realidad. De ese estudio nacen sus 7 Ensayos. Conoció mejor que nadie que en el Perú no tuvimos clase dirigente, sino clase dominante.
En su pensamiento, acrisolado y puro, estaba convencido que la clase obrera estaba destinada a cumplir un rol histórico y que ésta debe organizarse en el Partido, éste hará que el obrero sea un hombre formado política y culturalmente; advirtió los límites del economicismo: un obrero sin más ideal que el aumento de los centavos del salario, jamás será capaz de emprender nada histórico, fue su argumento y su frase.
A diferencia de otras experiencias, Mariátegui señaló que en el Perú el problema de la nación, del socialismo, de la sociedad, no se agota en el estudio de las clases sociales, para que el socialismo peruano no sea "calco ni copia" se debe estudiar el problema de las nacionales y culturas que forman parte de la nación peruana.
Es admirable cómo Mariátegui pudo percibir un siglo antes, lo que las etnias han obligado a los científicos sociales, estudiar el carácter de una sociedad pluricultural y multiétnica.
6.
Ese es José Carlos Mariátegui La Chira, tan ausente en estos tiempos en que los moradores de la caverna elevan a la categoría de valor el robo, el crimen, la corrupción. Y tan ausente también de nosotros, que solemos ignorar y reducir su pensamiento. Si los comunistas peruanos tenemos referentes o modelos, he ahí uno: Mariátegui; el otro es César Vallejo Mendooza. Los dos se hicieron revolucionarios, "más por experiencias vividas, que por teorías aprendidas".
Este 7 de Octubre, fecha de fundación del Partido, rendimos a cada uno de ellos nuestro homenaje, y también a los que firmaron el Acta de Constitución de un Partido que la historia la depara el sitial de constructor colectivo de una patria libre y solidaria. Ese Partido nada tiene que ver con el fundamentalismo y el dogma.
Vaya en este artículo el homenaje a Julio Portocarrero, Avelino Navarro, César Hinojosa, Fernando Borja, Ricardo Martínez La Torre y Bernardo Regman. Todos ellos dirigidos por el Amauta juraron servir a los desposeídos. Testigo de ese acto fue una noche de octubre barranquino.