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martes, 23 de noviembre de 2010

25 de noviembre. Día de lucha contra la Violencia hacia las Mujeres






25 de noviembre. Día de lucha contra la Violencia hacia las Mujeres.

Declarado en el Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, (Bogotá, 1981), en homenaje a las hermanas Patria, María Teresa y Minerva Mirabal torturadas y asesinadas por la dictadura de Rafael Trujillo el 25 de noviembre de 1960 en República Dominicana.

Para los movimientos de mujeres en busca de la equidad de género e igualdad en los Derechos Humanos, históricamente estas mujeres han simbolizado la lucha y la resistencia.

"Un desafío particularmente difícil consiste en la eliminación de las actitudes socioculturales discriminatorias y de las desigualdades económicas que refuerzan el lugar subordinado que ocupan las mujeres en la sociedad. La violencia masculina contra la mujer es generada por las actitudes socioculturales y las culturas de violencia en todas las partes del mundo, y en especial por las normas relativas al control de la reproducción y de la sexualidad de la mujer. Además, la violencia contra la mujer se entrecruza con otros factores, como la raza y la clase, y con otras formas de violencia, en particular los conflictos étnicos".

Informe del Secretario General de Naciones Unidas, 6 de julio de 2006.

¿Qué piensa la sociedad sobre la violencia contra las mujeres?

La sociedad en la que vivimos ha naturalizado la violencia y sus expresiones. Una saturación de informaciones, de imágenes, de banalizaciones sobre las agresiones de cualquier tipo tiene como efecto reducir la sensibilidad ante el hecho violento y aumentar el grado de tolerancia. Además, en el caso de la violencia contra las mujeres, aunque el discurso de la opinión pública está cambiando y cada vez se registra un grado de intolerancia mayor, en la práctica se mantiene como un modo de control de las mujeres y, en ese sentido, tanto agresores como parte de las víctimas, lo incorporan como normal.

La violencia contra las mujeres está, por fortuna, pasando de concebirse como algo que se desarrolla en el ámbito de lo privado sin posibilidad de incidencia externa, a un problema social y de derechos humanos que ha de resolverse socialmente. A pesar de esto, aún es la mujer afectada sobre quien se pone el peso de la solución.

A ello ha contribuido que en el caso de la violencia ejercida por parejas o ex parejas, en función de la Ley, el hecho de interponer una denuncia sea una condición casi ineludible para la garantía de la seguridad.

La histórica violencia de los hombres contra las mujeres ha sido consentida por toda la sociedad y por tanto, no es posible pensar en sensibilizar a una sola parte de ella. Personas adolescentes, jóvenes, mayores, de cualquier condición social, económica o cultural, de las ciudades y de las zonas rurales, personas nacionales o extranjeras, será preciso adecuar lenguajes, mensajes y medios, para mejorar la eficacia, pero nadie puede dudar de que todos y todas han de ser destinatarios/as de las campañas.

La sensibilización que se pretende debería contrarrestar los discursos sociales que han reproducido el sistema desigual en el que se fundamenta el patriarcado. Algunas de las explicaciones populares - las que pueden escucharse en lugares públicos, leerse (cada vez menos) en la prensa, en chats, etc., sobre la igualdad o la desigualdad o, incluso, la violencia, pueden dar pistas interesantes:

"Es un tema personal, por eso no intervine", es la opinión de una gerenta ante su falta de implicación sobre un caso de acoso sexual de una empleada.
"Es buena persona, no podemos entenderlo", se escucha a un vecino de un agresor detenido tras el asesinato de su mujer. Los agresores suelen tener un comportamiento "normal" hacia el resto de la sociedad. No hay signos externos que los identifiquen pero de una persona que asesina a otra, no puede decirse que no sea mala persona. Aislar la violencia que ejerce contra la pareja de cualquier otra característica personal es una manera de minimizar el problema. De ese modo se explica la tolerancia hacia los agresores aun sabiendo que lo son.

"Es que se lo estaba buscando, con esa ropa no se puede venir a una oficina". Es la reflexión de compañeros de trabajo de una mujer que había denunciado por acoso sexual a otro. Detrás está la concepción de que las mujeres han de ser recatadas y renunciar a su libertad para vestir de un modo u otro; son los hombres quienes deciden en función de sus criterios quien puede ser acosada.

"Esto es porque allí son más machistas", comenta una mujer mientras lee en la prensa que la víctima era boliviana. No sabe que el machismo no es patrimonio de una u otra región del mundo.

"Hay que ver, con lo bueno que era él, ella le dejó y claro, se volvió loco", reflexiona en voz alta una amiga de una pareja conocida en la que ella realizó una denuncia por violencia. Con ese argumento, se niega la libertad de elección de pareja o el divorcio y se justifica la violencia como un trastorno mental temporal, cuando es sabido que casi siempre coincide con una acción premeditada.

"Lo hizo porque estaba muy agobiado cuidando a toda la familia", es el comentario de unos vecinos tras el asesinato de una familia por parte del padre. La depresión o las malas rachas vitales se utilizan como razones convincentes de su inocencia. En demasiadas ocasiones, los medios de comunicación indagan en la vida o en el pasado de los agresores para encontrar traumas y experiencias que ayuden a justificar su comportamiento… pero no hay justificación.

"No es un hombre violento, es el alcohol lo que le hace a veces, perder la cabeza", se justificaba así en un grupo de amigos una agresión a una mujer por parte de su pareja, porque cuando él bebía, perdía el control sólo de vez en cuando y no sabía lo que hacía cuando llegaba a casa y agredía a la mujer por tener la cena fría o por no tener la camisa planchada. Si bien el alcohol puede ser un elemento desinhibidor, no es causa de ningún comportamiento violento contra las mujeres.

"No te quejes, te controla porque te quiere mucho", le dice una joven a otra porque ésta se siente incómoda con tantas llamadas y mensajes de texto de su novio. Se identifica el amor con la posesión de la otra persona (de ella) y no se valora la relación afectiva basada en la libertad y respeto.

"Es celoso porque te quiere", le explica una amiga a otra que muestra su impaciencia con su pareja. Los celos que no son otra cosa que un deseo de control, posesión y atención exclusiva de la otra persona se naturalizan y se identifican con el cariño.

"De dónde vendría a esas horas", comentan dos personas en la parada de un colectivo ante la lectura de una noticia de la violación de una joven. Se olvidan de la libertad de movimientos de esa mujer y ponen la acusación de su parte. Ella no debería salir a esas horas porque corre riesgos. Pero, ¿no había sido agredida? La agresión pasa a ser una consecuencia lógica de sus actos; el agresor es invisible.

"Estaba sola a las cinco de la madrugada, ¡qué haría sola a esas horas!", piensa en voz alta el amigo de la mujer que fue agredida en una calle. En ocasiones, además de ser agredida, a la mujer se la culpabiliza de la agresión si actúa de un modo transgresor respecto a su papel en un lugar, en un tiempo o en una situación determinada.

"Es que cuando hay problemas económicos… se puede perder el control". Quien hace este comentario desconoce que la violencia contra las mujeres no está relacionada con los problemas económicos de una pareja y que se produce entre personas de cualquier nivel económico. Se trata de la expresión máxima de la subordinación de una mujer a un hombre, y en eso, el dinero no cuenta.

"Si me pasara a mí, ¡a buenas horas me iba a quedar con él!", se escucha en la conversación que mantienen dos amigas de una mujer conocen está siendo agredida por su pareja. La conceptualización del ciclo de la violencia ha sido de gran ayuda para demostrar que estas formas de maltrato no provienen de agresiones casuales entre iguales sino de ataques sistemáticos de parte de quienes tienen más poder. El desconocimiento de las consecuencias psicológicas del ciclo de la violencia sobre las mujeres violentadas lleva a presuponer que son personas que no saben la decisión que deben tomar aunque estén en plenas facultades para hacerlo. En el imaginario colectivo no se comprende que son personas vulnerables y víctimas de un estrés postraumático.

"Viene con el oficio", destaca una persona ante la muerte de una prostituta, oficio que queda resaltado en los medios de comunicación si resulta agredida. Las mujeres en situación de prostitución además ven justificada la violencia hacia ellas como una muestra más de su poco valor social.

"Es que no era una mujer de su casa", se justificaba así en un grupo de amigos una agresión a una mujer por parte de su pareja, porque ella salía con amigas, iba a estudiar, no se quedaba en casa limpiando sino que tenía una vida pública.

"Algo habrías hecho…", afirma una madre a la hija que le está explicando la primera agresión de su pareja. Nada, absolutamente nada, justifica una agresión y el apoyo familiar es esencial para la mujer agredida. Lo último que debería hacerse es culpabilizarla.

"No digo que la mate, pero es que cuando te separas… te quitan todo", le comenta un amigo a otro viendo en la tele la noticia del último asesinato de una mujer por su ex pareja. En la actualidad, se maneja como justificación de la violencia que las leyes favorecen a las mujeres en caso de separación. El discurso insiste en la falsedad de que la protección de las mujeres supone la desprotección de los hombres.

"Se lo estaba buscando…", afirma una amiga a otra al enterarse de que una joven ha sido violada en una discoteca. La manera de vestir, el alcohol, un comportamiento atrevido, cualquier cosa parece que puede justificar una agresión. Las chicas son libres para estar donde y como quieran y tienen derecho a ser respetadas.

"Es que ahora no aguantan nada". Las mujeres hace años que no permiten que su relación afectiva esté ligada a "aguantar" como precio. Ante el maltrato, cualquier mujer debería poder tomar la decisión de salir de esa situación y ser apoyada por su entorno, por sus amistades, por otras mujeres y hombres que viven en su entorno. Es lo que necesitan, no que les recuerden que antes "se aguantaba" todo.

"Los chicos necesitan a su padre". Con este argumento se mantienen muchas parejas donde se produce violencia contra la mujer. El padre biológico no siempre es el mejor padre. Un buen padre no maltrata a nadie y menos, a la madre de sus hijos e hijas. El amor paterno es incompatible con la manipulación y la violencia. ¿En qué modelo de relación se está educando a esos niños y niñas que viven en un entorno violento?

NO Naturalizar, Ni tolerar, Ni silenciar la violencia hacia las mujeres
Cuando maltratan a UNA nos maltratan a TODAS
Otra vida es posible. Tenemos derecho a una vida sin violencia.

  publicado en: www.mni.org.pe


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24 DE JULIO: V ASAMBLEA NAC. DE DELEGADOS DEL SUTEP(LIMA)
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