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domingo, 21 de noviembre de 2010

México: 1910 -1917


         José Ramos Bosmediano, miembro de la Red Social para la escuela Pública en las Américas (Red SEPA, Canadá), ex Secretario General del SUTEP (Perú)

 

Este 20 de noviembre el pueblo mexicano está celebrando el bicentenario de su independencia nacional del dominio español y el centenario de la Revolución Mexicana, uno de los hechos sociales más significativos al iniciarse el siglo XX, al lado de las dos revoluciones rusas (1905 y 1917),  el inicio de la Revolución China (1911) y la Primera Guerra Mundial (1914 – 1918).

De los dos acontecimientos celebrados hoy, el de mayor relieve es, por su contenido de clase, la Revolución Mexicana, la primera en América Latina que intentó destruir el dominio terrateniente a través de la lucha armada y con una perspectiva implícita de avanzar hacia un sistema social que hiciera todas las reformas necesarias para satisfacer las reivindicaciones del vasto campesinado mexicano y crear una república moderna con soberanía y democracia.

Los partidos que dominan hoy en México (PRI y PAN), sus intelectuales, periodistas y dueños de los medios, afines al neoliberalismo hegemónico, están dando su propia versión de aquella epopeya del pueblo mexicano, con réplicas en los medios de comunicación de los demás países de nuestra América, tratando de desmerecer esa lucha.  Es un imperativo que las fuerzas progresistas y de izquierda la reivindiquemos como uno de los hechos de la revolución mundial en el siglo XX.

El programa de la Revolución Mexicana

En el proceso de la Revolución Mexicana de 1910 hay que distinguir lo contingente de los sustantivo.  Lo primero son ciertos episodios de la lucha entre los caudillos.  Lo sustantivo es la motivación causal del estallido revolucionario y el programa de la revolución.   La causa hay que encontrarla en la prolongada acumulación de la explotación de la vasta masa campesina, cuyas condiciones de existencia eran insoportables en medio del dominio terrateniente en un país feudalizado, como fueron casi todos los países latinoamericanos luego de la primera independencia (siglo XIX).

La dictadura de Porfirio Díaz profundizó la polarización social en México, situación que permitió el desarrollo de una conciencia nueva, insurgente, con la presencia, además, de inmigrantes europeos portadores de ideologías anarquistas, pero también con la existencia de un proletariado incipiente pero influido por la prédica anarquista y hasta socialista.  Por más que Porfirio Díaz y los caudillos que tomaron el poder luego de su fusilamiento transaron con los conservadores y enemigos de la revolución, esta siguió su marcha hasta dotar a México de una Constitución, la de Querétero, que incluyó las principales reivindicaciones que exigía el pueblo mexicano: la educación obligatoria, gratuita y laica; la nacionalización de las tierras y su distribución entre el campesinado pobre; las reivindicaciones obreras: jornada máxima de 8 horas, salario mínimo, derechos de seguridad social, invalidez, accidentes de trabajo, etc..

La conducción y el curso de la lucha, desde abajo, fueron impulsados por los líderes populares Pancho Villa y Emiliano Zapata, cuya actuación ha sido reivindicada por el pueblo y por los historiadores más objetivos de aquella revolución.

Los 7 años de lucha de una revolución inconclusa y traicionada por los caudillos legales que fueron asumiendo el poder dio lugar, sin embargo, a un conjunto de hechos de definían un contenido distinto a lo que después impusieron los vencedores que hasta hoy tienen bajo su mando los destinos de México.

El campesinado asumió, en gran parte, la propiedad de la tierra aún cuando los gobernantes impidieron un mayor fraccionamiento de los latifundios, como ordenaba la Constitución de 1917.

La política educativa impulsó la reducción del analfabetismo y la escolarización gratuita de millones de niños mexicanos del campo, excluidos antes de la escuela.

Impulso de una obra cultural desde la Secretaría de Educación Pública (Ministerio) al mando del intelectual José Vasconcelos, uno de los nuevos espíritus revolucionarios que surgieron en nuestra América en las primeras 3 décadas del siglo XX, al lado de Alfredo Palacios, José Carlos Mariátegui, Julio Antonio Mella, entre otros.

La prolongada  situación revolucionaria que vivió México en esos años facilitó el surgimiento de una obra plástica de nuevo contenido humano, entre el espíritu de las masas en lucha y las nuevas tendencias de la vanguardia estética, con Diego Rivera a la cabeza de otros muralistas de la pintura mexicana revolucionaria.

Sin el impulso de la Revolución Mexicana no podría explicarse el desarrollo de un movimiento cultural y académico en México, principalmente desde la Universidad Nacional Autónoma de México (la gloriosa UNAM), cuyas aulas llegaron a nutrirse también de la intelectualidad progresista que se exilió en México debido a la persecución del franquismo desde 1939 (España).

Literariamente, Mariano Azuela constituye un intérprete cabal del espíritu revolucionario del pueblo mexicano a través de su fundadora novela "Los de abajo".

La versión de la burguesía mexicana

La derrota de la larga dictadura de Porfirio Díaz, portador de los intereses de los terratenientes mexicanos, dio paso al gobierno insurgente de Francisco Madero con una programa revolucionario-democrático que puso como centro reivindicativo la tierra para los campesinos, pues los gobiernos anteriores, luego del gobierno de Benito Juárez, promovieron la formación de los grandes latifundios a costa de los ejidos comunales, cuya apropiación por aquellos fue casi total.

En lugar de realizar un análisis autocrítico de su largo ejercicio del poder en México y de sus responsabilidades por la calamitosa situación de su país,  las clases dominantes y sus fuerzas políticas pretenden ofrecer una imagen distorsionada de la Revolución Mexicana.  La pretenden inservible porque en el México de hoy sigue imperando un sistema de profundas desigualdades en todos los órdenes: la pobreza, hasta llegar a la indigencia; la desocupación absoluta de millones de mexicanos; la emigración permanente hacia territorio yanqui en condiciones de riesgo; la criminalidad más elevada en América Latina por la acción del narcotráfico; los miserables salarios para obreros y obreras que trabajan en las empresas extranjeras de la maquila; la crisis educativa profundizada por la actual reforma educativa neoliberal; la decadencia de la agricultura campesina por la importación masiva de alimentos desde Estados Unidos y Canadá bajo las normas del TLC firmado en 1994.

La situación que vive México hoy no es una consecuencia de la Revolución Mexicana, sino el resultado de la traición del programa fundamental de dicha revolución.  Al fundarse el Partido Revolucionario Institucional hace más de 70 años, la burguesía mexicana, en alianza con los terratenientes, se propuso configurar un Estado democrático-burgués; y lo hicieron a expensas de los derechos de las masas campesinas y obreras.  Lo que hoy llaman democracia, es su democracia del dinero, como son muchas de las democracias que imperan en América Latina.

Recordando el proceso revolucionario de 1910 -1917 tenemos la convicción de la necesidad de una nueva revolución mexicana en las nuevas condiciones económicas, políticas y sociales. Sin desconocer el papel del campesinado y los 10 millones de indígenas mexicanos, hay que considerar que una fuerza decisiva para un nuevo proceso de cambio social es la numerosa  clase obrera, al lado del  vasto sector estudiantil e intelectual del México profundo.

 

Nuestro saludo al pueblo mexicano y a quienes persisten en la lucha por la transformación de su gran país.

Lima, noviembre 20 del 2010

http://vanguardia-intelectual.blogspot.com

24 DE JULIO: V ASAMBLEA NAC. DE DELEGADOS DEL SUTEP(LIMA)
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