El pasado 1º de julio, el Congreso de Costa Rica autorizó el ingreso a ese país de 46 buques de guerra de la Armada de los Estados Unidos, 200 helicópteros y aviones de combate, y 7.000 marines. Una vez más, la excusa para tal despliegue imperialista fue la lucha contra los carteles de la droga, que supuestamente habían modificado sus rutas tradicionales de ingreso a Estados Unidos, no teniendo ya a México como principal puente.
El gobierno derechista de la presidenta Laura Chinchilla brindó todo su apoyo y el de sus parlamentarios para responder obedientemente a la requisitoria de Washington. No podía esperarse menos de alguien que, previo a su cargo ejecutivo, trabajó realizando diagnósticos sobre el sector Justicia al servicio de la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos (Usaid); así como evaluaciones y asesorías en materia de reforma policial para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Un documento oficial, enviado por la Embajada de Estados Unidos en Costa Rica al Ministerio de Seguridad del país centroamericano, explicó las condiciones de impunidad plena de la que disfrutarán los soldados estadounidenses, dejando establecido que "el personal de Estados Unidos en Costa Rica podrá disfrutar de libertad de movimiento y el derecho de realizar las actividades que considere necesarias en el desempeño de su misión".
Esta iniciativa del gobierno norteamericano hay que situarla en el contexto de la creciente militarización de la política exterior de los Estados Unidos, cuyas expresiones más importantes en el marco latinoamericano han sido la reactivación de la Cuarta Flota, la ocupación militar de Haití, la construcción del muro entre México y Estados Unidos, el golpe de estado en Honduras, la concesión de nuevas bases militares por el gobierno reaccionario de Panamá, a todo lo cual se agrega ahora el desembarco de los marines en Costa Rica.
Los gobiernos derechistas de la región (México, Panamá, Colombia, Honduras) han reforzado en este contexto su ofensiva contra los trabajadores, profundizando aún más las contradicciones sociales de una región desbastada por el saqueo y la descomposición capitalista.
El desembarco de los marines en Costa Rica forma parte de un objetivo estratégico del imperialismo de reforzar la dominación norteamericana en la región, en momentos de una desestabilización creciente de las relaciones sociales producto de la agudización de la crisis capitalista internacional.
El gobierno derechista de la presidenta Laura Chinchilla brindó todo su apoyo y el de sus parlamentarios para responder obedientemente a la requisitoria de Washington. No podía esperarse menos de alguien que, previo a su cargo ejecutivo, trabajó realizando diagnósticos sobre el sector Justicia al servicio de la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos (Usaid); así como evaluaciones y asesorías en materia de reforma policial para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Un documento oficial, enviado por la Embajada de Estados Unidos en Costa Rica al Ministerio de Seguridad del país centroamericano, explicó las condiciones de impunidad plena de la que disfrutarán los soldados estadounidenses, dejando establecido que "el personal de Estados Unidos en Costa Rica podrá disfrutar de libertad de movimiento y el derecho de realizar las actividades que considere necesarias en el desempeño de su misión".
Esta iniciativa del gobierno norteamericano hay que situarla en el contexto de la creciente militarización de la política exterior de los Estados Unidos, cuyas expresiones más importantes en el marco latinoamericano han sido la reactivación de la Cuarta Flota, la ocupación militar de Haití, la construcción del muro entre México y Estados Unidos, el golpe de estado en Honduras, la concesión de nuevas bases militares por el gobierno reaccionario de Panamá, a todo lo cual se agrega ahora el desembarco de los marines en Costa Rica.
Los gobiernos derechistas de la región (México, Panamá, Colombia, Honduras) han reforzado en este contexto su ofensiva contra los trabajadores, profundizando aún más las contradicciones sociales de una región desbastada por el saqueo y la descomposición capitalista.
El desembarco de los marines en Costa Rica forma parte de un objetivo estratégico del imperialismo de reforzar la dominación norteamericana en la región, en momentos de una desestabilización creciente de las relaciones sociales producto de la agudización de la crisis capitalista internacional.
Cristian HenkelMarines en Costa Rica